El ecónomo de Santo Tomás provoca quejas en el vecindario

En el mes de octubre de 1891 gran número de vecinos de Caldas firmaron una carta dirigida al Sr. Arzobispo de Santiago en la que protestaban contra los abusos que estaba cometiendo el ecónomo de Santo Tomás. Indicaban al Prelado la conveniencia de su traslado, pues de continuar en Caldas daría ocasión a serios disgustos.

El sacerdote Manuel Soler Rutllá cesó en el puesto de capellán del colegio San Agustín de Vilagarcía y fue nombrado ecónomo de la parroquial de Santo Tomás a comienzos de 1887, encargándose de administrar los bienes de la iglesia y de desempeñar las funciones de párroco en sustitución del titular.

Las primeras quejas públicas contra el ecónomo las expresó Adolfo Mosquera Castro en el verano de 1889. En el periódico “El Ciclón” escribía con ironía el caldense “no sé qué daño puedo causar a nadie con mi voz, pero es el caso que a mi ecónomo no le sienta bien, por lo visto, que yo la tenga mejor que la suya, y el envidioso trata de impedir que la luzca el día del Corpus, en la misa que estábamos ensayando por encargo del funcionista, amigo a quien con muchísimo gusto le hacíamos tal obsequio. Con el objeto de que yo no me luzca y me salga a lo mejor una contrata ventajosa o una chica bonita, buena y rica, llamó al encargado de la función y debió decirle, en estos o parecidos términos, que me prohíba cantar en la iglesia»:

No consiento que en este templo haga escalas cromáticas Mosquera. Es un tenor que me humilla, me pone nervioso y me falta al respeto, a mí que en Santa Eugenia y en la Puebla gozo de fama universal como ciudadano, y soy temido por mis ímpetus …, nada, nada … en la iglesia mando yo, ya que los feligreses tienen la paciencia de aguantarme, y las razones que me asisten son suficientísimas para prohibirle gorgoritos en el coro.

Mosquera terminaba su escrito señalando la extraña manera que tenía el ecónomo de fomentar las ideas católicas por medio de “la amabilidad y el buen tacto”; su sistema de atraer almas descarriadas y el raro procedimiento para desarmar las iras de los impíos con la mansedumbre aconsejada … Dios nos tenga de su mano … si S.E. el Sr. Arzobispo de Compostela no repara en él.

El ecónomo continuó haciendo amigos, porque dos años más tarde, mientras los forasteros comenzaban a llegar a Caldas y la antigua Torre de Dª Urraca se estaba demoliendo para con sus piedras construir el nuevo templo de Santo Tomás, un bañista no residente, pero informado, relataba, el 15 de julio de 1891 en “El Anunciador”, algo que no era ningún secreto, pues debía ser conocido por casi todos los habitantes de la villa:

“Así como los vecinos de este pueblo son pacíficos y bien educados en las prácticas ordinarias de la vida social, del mismo modo, cuando un elemento perturbador viene a amenazar la tranquilidad de sus hogares felices … sin ser rencorosos, resultan tercos en la manera de trabajar sin desmayo por el aislamiento del miembro que amenaza contagiarlos. Tal está sucediendo con el ecónomo de esta villa, sacerdote que llegó a ella con todas las genialidades y los mimos todos de un niño mal criado, haciendo con su conducta especialísima que estallase en todos los labios la más enérgica de las protestas, y fomentando con sus ligerezas imperdonables una tormenta de disgustos y rencores.

Lo sucedido con él últimamente excede a toda ponderación. Un joven dependiente de un establecimiento fabril quiere casarse. El Sr. ecónomo pone trabas a los deseos del aspirante a marido, y le dice que no los casa y que es un sinvergüenza al pretender unirse con una mujer que es la favorita de su amo. Ante afirmación tan estupenda el mancebo estuvo a punto de alojar una bala en el corazón de aquel imprudente, pero tuvo calma.

No contento con esto el ecónomo, confesor de la señora del amo a que aludiera en la conversación con el muchacho, le escribió o habló personalmente, que estas dos versiones hay, dándole conocimiento de los motivos que tenía para negarse a casar al dependiente de su marido. La pobre señora, hace años encamada víctima de cruel enfermedad, sufrió en ella un recargo fuertísimo ante la injuriosa acusación que el prudentísimo sacerdote hacía de su esposo, persona honrada y respetada en el pueblo por su conducta intachable”.

En vista de la gravedad del hecho y teniendo en cuenta otros que ya llegaron a conocimiento del Prelado de Compostela, como el abandono de un cadáver, llevar a tres difuntos juntos, o tener una reunión cismática en la sacristía de la parroquial de Santa María, consideraba el denunciante que debía el Arzobispo separar de aquí al tal señor, para cortar de raíz espectáculos poco edificantes y de ningún provecho para la religión de nuestros abuelos, y mandarlo a su país, con el fin de que las brisas del mar entibiaran sus ardores bélicos y se haga la paz en este honrado y laborioso vecindario. Hacía saber, además, a S.E. reverendísima, que hay en el pueblo quien ha prometido no cumplir con el precepto Pascual, entretanto el ecónomo continúe desempeñando su cargo a ciencia y paciencia del vecindario caldense.

El ecónomo protagonista de las quejas asistió a la ceremonia de colocación de la primera piedra de la Iglesia de Santo Tomás, el 20 de agosto de 1890, formando parte del clero parroquial, que en la fotogr. está situado entre el Arzobispo de Compostela Martín de Herrera, y José Salgado y Pedro Sagasta, las dos personas de escaso cabello que miran al objetivo del fotógrafo.

Las denuncias presentadas contra el ecónomo no tuvieron efecto, al menos de inmediato, porque no es hasta 1896 en que es destinado para el cargo de coadjutor “in capite” de la iglesia de Santiago de la Pobra do Deán.

Mientras tanto, en cierta ocasión, el sacerdote tuvo que soportar ser apedreado por unos gamberros cuando se dirigía con unos amigos a la parroquia de Santa María, resultando herido uno de sus acompañantes.

Lugar de destino del ecónomo en A Pobra do Caramiñal -Galicia Máxica-

Con el transcurso del tiempo y el pánico que causó la viruela en el invierno de 1892, puede ser que hubiera tregua y reconciliación entre sacerdote y vecindario. En Saiar hubo muchas infecciones que terminaron con resultados funestos y en Caldas el cura ecónomo, secundado por los feligreses, celebró una novena y diversos actos devotos en honor de San Roque a fin de que el Santo los librara de la enfermedad, no sin que una comisión del pueblo fuese a hablar con el doctor Ángel Pedreira Labadie, impulsor del Instituto Microbiológico y de Vacunación de Santiago, con objeto de que fuese a vacunar a los vecinos de Caldas y cercanías, por si los oficios del discutido sacerdote y la intermediación del Santo no daban los resultados pretendidos.