La joven escritora Emilia Pardo Bazán describió el proceso de elaboración de papel de la Fábrica de Segade -Caldas-, una de las empresas pioneras en la fabricación de papel continuo en Galicia

Nicolás Rivero de Aguilar, descendiente del genovés Bartolomé Piombino fundador de la Real Fábrica de Papel de Faramello, estuvo en Francia, a mediados del siglo XIX, con objeto de conocer de primera mano las máquinas más adelantadas de la época en orden a la fabricación del papel.

A su vuelta, después de muchos esfuerzos y profusos estudios, dispuso que comenzasen, en 1862, en el lugar que hoy se alza el hotel rural, “Torre do Río”, junto a la cascada de Segade -Santo André de Cesar-, en las orillas del Umia, a poca distancia del corazón de Caldas, los trabajos para el montaje de una fábrica de papel continuo, similar a las que había visto trabajar en el país vecino. Don Nicolás había sido citado ya en 1847, en el diccionario geográfico-estadístico- histórico de Madoz, como propietario, de una fábrica de papel en el mismo emplazamiento, a la que decidió renovar, pues había comprobado que el trabajo verificado con los viejos moldes movidos a mano era excesivamente arduo y de lentos resultados. La diferencia de tiempo empleado con uno y otro modo de fabricación era enorme, lo que en una fábrica de mano se podía tardar un mes en producir, siendo favorables las condiciones meteorológicas (si no lo eran por humedad, niebla o excesivo calor la tardanza podía ser indefinida), en una de papel continuo podían ser 48 horas.

Las fábricas de papel continuo han de establecerse en un lugar donde haya un gran caudal de agua, con saltos que proporcionen la energía necesaria para mover la maquinaria, las ruedas hidráulicas, los cilindros, etc., y en el que el abundante líquido elemento permita, además, lavar las pastas, colas, lejías y ser utilizado en infinidad de usos.

La inversión de capital en Segade fue importante y también los obstáculos que hubo que vencer para la conducción e instalación de la maquinaria compuesta de piezas de gran peso. Con la nueva fábrica, que estuvo ya en funcionamiento en 1864, aumentó considerablemente la producción y por tanto el consumo de materia prima. Los comienzos fueron satisfactorios, se podía dar al papel el tamaño que se quisiera, cubriendo con ello toda clase de necesidades. En materia de prensa con el producto de la fábrica se podía mejorar ostensiblemente el formato de los periódicos.

En el verano del año citado, el maestro, natural de Arcos de la Condesa, Domingo Erosa Fontán, se acercó hasta la fábrica, denominada “Minerva” y dirigida por un francés, con un gran interés en ver funcionar la maquinaria, una de las mejores en su género -según relató-, pero no pudo hacerlo a causa de la escasez de agua, debida a los grandes calores de aquel verano. No tuvo fortuna el profesor, ya que pocas veces se podía ver la cascada tan seca como estaba, a diferencia de lo que ocurría en el crudo invierno en que su rugido era audible a más de una legua de distancia.

En el periódico “El Buscapié” de Pontevedra se informó de la actividad de la renovada fábrica establecida en Segade, y de los productos en ella elaborados con perfección y gusto, que nada tienen que envidiar al papel que se obtiene en Tolosa -Guipúzcoa- o en el extranjero, felicitando al Sr. Rivero por el adelanto que había conseguido.

La materia prima que se empleaba era el trapo de cáñamo, lino y algodón, la misma que en la fabricación manual que se hacía en los molinos con trapos machacados. La diferencia estribaba en el modo de ejecución o fabricación, que propicia que en el caso del papel continuo se consiga, a la vez que con mayor rapidez, un mayor tamaño y perfección, y una superior blancura y limpieza.

En el interior de la empresa se daba trabajo a mujeres adultas y jóvenes en las labores de trapería, cortado y alisamiento, y a hombres y muchachos en el manejo de cilindros, prensas, y máquinas en general. Había otros empleados ocupados en el acarreo de materias primas y en el traslado del papel elaborado. Un buen número de familias tenía trabajo y sustento.

En una “Guía de Comercio” publicada en el Boletín Mercantil e Industrial de Galicia, el 18.4.1848, se advertía “para dar las fábricas de papel continuo sus productos con tantas ventajas de tiempo y mejoras de calidad, tienen mayores gastos de fabricación. El entretenimiento o conservación de las máquinas es más costoso que el de las fábricas de mano, y no menor el número de obreros que asisten a las máquinas y a las demás labores. A esto se añaden los gastos considerables de combustible para la caldera de vapor y los agentes químicos que concurren como auxiliares a la fabricación, todo lo cual es aún en España bastante caro. Por todas estas razones no se ha podido bajar el precio de papeles tanto como los mismos fabricantes desean, pero de todos modos este artículo ha ganado mucho en calidad y bastante en su precio mismo”.

La Fábrica de Papel continuo de Segad

Los instrumentos que se utilizaban en la fabricación del papel continuo, que contribuyeron a la gran revolución que implicó, eran los siguientes: la máquina de cortar los trapos; los cilindros para romper y reducir a pasta el trapo y los de satinar o afinar; la caldera de vapor, alimentada por carbón o leña, para secar el papel, hervir las lejías y disolver los jabones y colas; la prensa hidráulica para aplastar la pasta -quitándole el agua- y el papel cortado; y la máquina que finalmente formaba el papel. Se usaban también en la fabricación una gran cantidad de materias auxiliares como cloruro de cal y ácido sulfúrico para los blanqueos; carbonato de sosa para las lejías, resina galipó y alumbres para las colas; drogas para los colores; aceite y sebo para el alumbrado y para suavizar el roce de ejes, descensos y engranajes de la maquinaria; tabla, cuerda y clavos para el empaque; madera para el taller de carpintería; hierro, plomo, acero, zinc y cobre para la cerrajería.

El proceso de fabricación consiste:

El trapo bruto se separa según clase de tejido, desde el más grosero al más fino, ya sea cáñamo, lino o algodón. Cada clase de trapo pasa a la máquina de cortar y cuando están reducidos a pequeños trozos, entran en un torno que les quita el polvo. Del torno los trapos descienden a las cubas o pilas en que al vapor hierven en lejía, pasando luego a los cilindros de romper que los deshilan y reducen a pasta. La pasta entra en una prensa hidráulica que le quita el agua y en tal estado recibe el blanqueo. Una vez hecho el blanqueado la pasta pasa a los cilindros de afinar, en los cuales se dan las colas y el color que quiera darse al papel. De los cilindros de afinar desciende la pasta a la máquina que forma el papel, de la cual sale terminado y seco.

Ambiente del interior de una fábrica de papel continuo en el siglo XIX

Una máquina de la clase Fourdrinier fue la empleada para la elaboración del papel continuo en la fábrica de Segade, junto con dos turbinas, seis cilindros trituradores y otros instrumentos

La escritora Emilia Pardo Bazán, visitante ilustre de la fábrica, describió con lenguaje literario el proceso de elaboración del papel en Segade:

“En la fábrica de papel a que arribé, después de una media ascensión como de media legua muy escasa, sufre el agua purgatorio perenne. El generoso raudal -corriente de agua abundante- que confiadamente se cuela en el depósito, es asido por las potentes ruedas de la gran turbina, que lo retuercen, azotan y trituran, gruñendo como verdugos saciados y contentos. Voltean las paletas con descompasada prisa, enviándose de una a otra la masa líquida con diligencia y soltura, igual a la que aquellos diablos que el ingenio de Cervantes finge jugando a la pelota con libros hechos ascua. El agua pugna por recobrar el natural equilibrio, pero mal de su grado, sube, desciende, balsa febrilmente, y cae de nuevo con fragor horrísono. Y todavía le aguardan otras maneras de tormento. Cautiva el agua se dirige entre grandes sollozos a las pilas en que ha de girar sin intervalo arrastrando consigo una repugnante pasta de trapo desmenuzado, y no hay sino dar vueltas y más vueltas, como los condenados de Dante, en el vértice de aquel confuso remolino, llevándose hasta la última impureza de la hedionda papilla, que por milagro de la industria se trocará presto en blanca hoja de papel, como ésta que emborronando voy. Y mientras el raudal gime, y se agita, y se deshace, y muere, cumpliendo la piadosa faena, en el jardinillo de la fábrica florecen en feliz descuido dalias, rosas y romero; los pinos esparcen su esencia balsámica, enmudecen los pajaritos sintiendo aproximarse la noche, y la naturaleza toda se impregna de blando sosiego. También reposará el martirizado río, cuando tácito y manso se escurra por los arcos del puente de Caldas …”.

Poco tiempo después de que la fábrica de papel continuo estuviera instalada Nicolás Rivero dejó de existir. Con su fallecimiento se perdió un gran emprendedor, que dejó como heredero a un hijo menor de edad, José Rivero de Aguilar y Gutiérrez de la Peña, que no continuó con la propiedad y explotación de la fábrica de papel, en razón quizá de su minoría de edad y la cuantía de las deudas acumuladas y transmitidas por su progenitor. José Rivero de Aguilar, en edad adulta, ocuparía a lo largo de su vida diversos cargos de importancia: Catedrático en la Facultad de Derecho de Santiago, Presidente de la Real Sociedad de Amigos del País, Teniente de Alcalde e incluso Alcalde interino de la ciudad de Santiago, etc.

El 11 de mayo de 1870, como consecuencia de concurso de acreedores, se anunció por el Juzgado de primera instancia de Santiago, el remate en el más ventajoso postor de la casa-fábrica de papel, titulada Minerva, con todas las dependencias, máquinas y enseres que fueron valorados en 480.000 reales. Hubo sucesivos anuncios de subasta en los años siguientes que quedaron desiertos, hasta que finalmente una sociedad regular colectiva, con sede en Santiago, bajo la razón social “Varela, Alsina, González y Pérez”, adquirió en 1876 la fábrica de papel continuo “La Minerva”, que en lo sucesivo pasaría a dominarse “La Concepción”, anunciándose inmediatamente que “El Diario de Santiago” empezaría muy en breve a hacer uso del papel de dicha fábrica, que según los entendidos era de gran calidad.

Un veraneante escribía por aquellas fechas “En una de nuestras excursiones a Caldas tuve ocasión de ver la renombrada fábrica de papel quedando maravillado del sorprendente salto de agua que le sirve de motor, de la belleza del paisaje donde está situada y de las excelentes máquinas de que está dotada, así como de la superior calidad de los productos elaborados. Se estaba ensayando en aquellos momentos con buen resultado, una máquina nueva destinada a reducir a pasta unos retales de tela”.

Emilia Pardo Bazán en el verano de 1878, con 27 años o a punto de cumplirlos, visitó la fábrica de papel e incluso pudiera ser que pernoctara en la vivienda allí existente, invitada por alguno de los propietarios o familiares de estos que frecuentaban el lugar, lo que le permitió contemplar y describir el proceso de fabricación de la hermosa forma antes mostrada y sentir el silencio de los pájaros al anochecer

El mismo año de la presencia de la escritora en la fábrica, los nuevos propietarios de la sociedad “La Concepción” presentaron sus productos en la Exposición Regional de Lugo: papel de escribir, satinado, recortado y de barba; de colores, de imprimir, de fumar, de envolver, de estraza y de otras varias clases, con diferentes dimensiones, y precios variables según condiciones y peso. Obtuvieron Medalla de Plata.

Con el paso del tiempo parece ser que el negocio no daba buenos resultados y en 1893 se anunció en la prensa la venta al contado o a plazos de la fábrica compuesta de edificios, maquinaria y demás artilugios, terreno anexo y saltos de agua con una fuerza superior a setenta caballos. Se informaría de los pormenores en la Notaría de Manuel Martínez Fernández de Santiago, admitiéndose proposiciones. El anuncio se repitió en años sucesivos hasta que en 1900, estando paralizada la fábrica de papel, fue adquirida por un capitalista asturiano, Manuel Fernández González, venido de Cuba con la idea de establecer una fábrica de tejidos. La competencia de otras papeleras, la falta de rentabilidad, la irrupción de la fabricación de papel con pasta de madera que exigía nuevas inversiones para adaptar la maquinaria al cambio, etc. pudieron ser razones para el cierre de la fábrica de papel de Segade.

Vista de la Fábrica de Papel

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