Aguas milagrosas

El polifacético empresario caldense Laureano Salgado, con motivo de la celebración de su 80 cumpleaños, expuso en Baiona un proyecto de explotación de unas aguas minero-medicinales situadas en el lugar de Coutada, parroquia de Vilaza, municipio de Gondomar (Pontevedra), de cuyo manantial era propietario.

Desde que llevó la electricidad al Val Miñor el empresario tenía fe ciega en las virtudes de esas aguas, ubicadas junto al Salto de Pego Negro. Decía que lo curaban siempre, ellas o su fe le devolvían la salud. Cuando esta se resentía mandaba a sus criados a buscar un garrafón del precioso líquido. Se lo llevaban en automóvil a su residencia de Caldas o Baiona,

El empresario encargó una Memoria Química sobre las aguas minero medicinales al Catedrático de Química y Decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Santiago D. Ruperto Lobo Gómez y una Memoria Clínica al Catedrático de la Facultad de Medicina de dicha Universidad D. Antonio Novo Campelo. Los informes que emitieron ambos científicos le sirvieron para corroborar la acción beneficiosa de dichas aguas para la curación de distintas enfermedades y su aptitud para ser embotelladas. Hasta entonces únicamente se habían empleado en bebida al pie del manantial.

Junto a la presa de Pego Negro, en las dos márgenes del rio Vilaza, están los manantiales de las aguas medicinales que Laureano Salgado creía el mejor remedio. Fotog. Solá -1924-

Lugar donde manan las aguas bicarbonatadas, ferroginosas, arsenicales y radioactivas

Empresarios, políticos, amigos de Salgado y numerosas personas de Val Miñor quisieron probar las aguas medicinales

Cuentan que los obreros portugueses que trabajaron en la construcción del salto de Pego Negro no querían beber de aquel agua, aunque se muriesen de sed, ¡porque les abría demasiado el apetito!, y su economía no les permitía satisfacerlo.

Se escribió en la revista “Vida Gallega” que don Laureano conservó el buen humor hasta el final de su vida, a pesar de que en poco tiempo su salud se deterioró, sufriendo varios ataques. En uno rodó al suelo por la calle. Cuando recobró el sentido lo llevaban en brazos a su casa. No obstante su estado, recordó el cuento de aquel boticario que hallándose en el piso alto de su casa encargó que no le dieran nada de lo que él vendía en la botica que estaba en el piso bajo y exclamó muy serio don Laureano.

-Levádeme a la cama, rapaciños. Pero oíde ¡de abaixo, nada!-

No le gustaban los medicamentos elaborados, lo único que Salgado aceptaba con agrado, en sus últimos años, eran las aguas de Pego Negro.

El empresario no tuvo tiempo o voluntad de acometer la inversión planificada, aunque estaba convencido que la idea de recoger, en botellas de transparentes cristales, el agua que manaba de las entrañas de las rocas del lugar de Coutada, sería un gran bien para la sociedad y un gran negocio. Su edad, un delicado estado de salud y su ya muy poco boyante situación financiera fueron seguramente las razones por las cuales el empresario, curtido en decenas de iniciativas, no llevó adelante su proyecto.

Laureano Salgado -“Vida Gallega

Dacio Andrés Trapote Legerén, destacado militar caldense, artillero e inventor

Don Dacio Andrés, nacido en Caldas de Reis en 1880, aun cuando no tenía ningún antecedente militar en su familia, decidió profesar la carrera de las armas. Ingresó como alumno en la Academia de Artillería de Segovia en el año 1898 y terminó sus estudios en 1903, siendo promovido al empleo de Primer Teniente.

Entre los años 1903 y 1914 desempeñó en los empleos de teniente y capitán, cometidos de Artillería de Costa en El Ferrol, Santa Cruz de Tenerife y Vigo.

-1909-

-1911-

El semanario caldense “La Democracia” daba cuenta de sus presencias y marchas de Caldas.

A partir de 1914 llevó a cabo una destacada labor técnica en el campo de la industria militar, en la que estuvo ocupado en la fábrica de Armas de Oviedo hasta 1929.

-Caldas de Reyes- Ha causado general satisfacción la iniciativa del Ministro de la Guerra, presentando a las Cortes un proyecto de Ley de recompensa al comandante de Artillería D. Andrés Trapote Legerén, esclarecido hijo de este pueblo, por méritos contraídos en la fábrica de armas de Oviedo.


-Heraldo de Galicia, 26.8.1923-

Entre los principales logros del militar caldense en los años que estuvo destinado en la ciudad asturiana destacan:

  • El diseño, construcción, puesta en funcionamiento y posterior dirección del Taller de Ametralladoras, concebido para fabricar en España, la ametralladora pesada Hotchkiss de calibre 7 mm., que hasta entonces se venía comprando en Francia.
  • El diseño personal de un fusil ametrallador de 7 mm., que adoptó el nombre de su autor “Trapote”. El gobierno de la II República adoptó este fusil ametrallador como reglamentario del Ejército en 1933, pero una combinación de problemas técnicos y legales, y sobre todo la convulsa situación social y política en España en los años 30 ocasionaron que la producción total no llegase a superar las 1.000 unidades. Manuel Azaña, Ministro de la Guerra y Presidente del Gobierno, escribió en sus Diarios completos “He ido al campamento de Carabanchel para ver el funcionamiento del fusil ametrallador Trapote. Sobre la adopción de este fusil o el Astra hay ya un expediente formidable, y desde que estoy en el Ministerio persigo la pronta solución de este asunto, sin conseguirlo: los técnicos se embarullan y contradicen, y los burócratas escriben sin cesar”.
  • La participación en el diseño de la espoleta “Hispania” para bombas de aviación, una de las primeras espoletas de este tipo diseñadas y construidas íntegramente en España.

Nuevo modelo de fusil ametralladora. Oviedo: al concurso entre industriales civiles para la construcción de un fusil ametrallador ha presentado el comandante jefe de la fábrica de armas de la Vega señor Trapote un modelo desconocido, que puede disparar de 50 a 600 veces por minuto”.


-La Región 16.2. 1928-

-Correo de Galicia, 26.2.1928-

Fusil “Trapote”

Reproducción a escala de la ametralladora Hotchkiss

D. Dacio Andrés Trapote, premiado en Barcelona por el diseño de su fusil

El maestro de taller Azurmendi accionando con el fusil “Trapote”, en el que la cadencia de disparo es regulable

Espoleta Hispania fabricada por la empresa Talleres de Guernica S.A., en cuyo diseño participó el militar caldense. Es aplicable a toda clase de bombas para ser lanzadas desde aviones o con morteros de trinchera

Agradecimiento de Vicente Rojo, director de Talleres de Guernica S.A.

En 1931 pasó D. Dacio Andrés a ser destinado al Taller de Precisión y Centro Electrotécnico de Artillería (TPYCEA) en Madrid donde continuó con su labor técnica. En ese destino le sorprendió el inicio de la Guerra Civil en julio de 1936. En el año 1937 fue el responsable de planear y llevar a cabo el traslado del TPYCEA de Madrid a Valencia, donde continuó su labor, encuadrado en el Ejército Republicano.

El “Pueblo Gallego” informó de su estancia en Caldas en el verano de 1933:

En Valencia le alcanzó el término de la Guerra Civil, a finales de marzo de 1939, siendo capturado por el Ejército Nacional y sometido a un proceso de depuración, como tantos otros oficiales que habían servido en el Ejército Republicano. Del proceso salió absuelto y fue reintegrado al Ejército, siéndole reconocido el ascenso al empleo de Coronel que le había otorgado en octubre de 1936 el Gobierno de la República.

Dacio Andrés de pie a la dcha, detrás de sus hermanos

Dacio Andrés Trapote Legerén pasó a situación de retirado en el año 1941, y falleció en su casa natal de Caldas de Reis en agosto de 1951, después de haber realizado en su faceta profesional una ingente y destacadísima labor en el campo de la Industria Militar.

Fuentes: Resumen realizado, por el Coronel D. Francisco Gómez Cobas, de la Exposición “Dacio Andrés Trapote Legerén (1850-1951), Artillero e Inventor, 70 años de la convulsiva historia de España a través de la vida y obras de un ilustre artillero gallego”, presentada en el Museo Histórico Militar de A Coruña en el año 2019; la información proporcionada por la familia y prensa de la época.

Las batallas de las Galanas y Ponte Sampaio narradas a Murguía por un viejo militar residente en Caldas

En los años 60 y 70 del siglo XIX, el matrimonio, formado por el destacado historiador Manuel Murguía y la insigne Rosalía, fue con frecuencia a tomar las saludables aguas de Caldas de Reis, que tan bien sentaban a la ilustre poetisa.

Entre Murguía y el Coronel jubilado, Jacobo Suazo, surgió un especial aprecio, fruto de las conversaciones habidas entre ambos, con ocasión de las estancias del historiador y su esposa en la villa. D. Jacobo era natural de Santiago de Compostela, donde tenía la residencia su familia, pero una vez retirado de la vida militar y habiendo tenido, en su ciudad natal, muchos inconvenientes por su ideología liberal, halló paz y sosiego domiciliándose en Caldas.

A la buena amistad con el Sr. Suazo, debió el historiador una importante nota que el militar redactó y el conocimiento de los diversos episodios bélicos en que intervino, hallándose tan distinguido militar en los últimos años de su vida, repleta de heroicos recuerdos, pues fue uno de los que al iniciarse la Guerra de la Independencia se hallaba formando parte de la oficialidad del ejército que participó de las penalidades de la campaña contra el invasor francés.

Entre los sucesos de guerra, que el veterano militar refirió a D. Manuel, dos de ellos, que entran enteramente en la historia de Galicia, los contó con verdadero calor e importantes detalles. Se trata de los concernientes al encuentro con las fuerzas enemigas en la batalla, denominada de las Galanas, cerca de Santiago, y los acaecidos en la defensa de Ponte Sampaio. Sobre la primera de las confrontaciones el historiador, no fiándose de su memoria, le rogó, que además de la información verbal, consignase por escrito cuanto del asunto recordase, a lo que accedió el viejo soldado, cuando ya ni el pulso le permitía hacerlo con facilidad, redactando una breve nota con gran exactitud y sin olvidar detalle, a la que encabezó de la siguiente forma:

Organización de la División del Miño en 1809 y batalla que el 24 de mayo sostuvo contra la brillante División francesa que ocupaba la ciudad de Santiago, arrojándolo de ella y apoderándose de plata de la Catedral que tenían empaquetada en la Inquisición para mandar a Madrid”.

En un edificio de la Inquisición reunieron los franceses toda la plata arramplada en la Catedral, preparada para enviarla a Madrid

Murguía no quiso privar a los estudiosos del conocimiento completo de la nota escrita, por lo cual la entregó al archivo de la Real Academia Galega para que se conservase como un grato y merecido recuerdo de su buen amigo el Sr. Suazo.

El historiador utilizó, parte del contenido de la nota y de lo escuchado de viva voz, en diversos trabajos en los que dio a conocer las narraciones del Coronel:

Batalla de las Galanas: el 24 de mayo, salimos la División de Pontevedra para atacar a la francesa que ocupaba Santiago. En la carretera de la Esclavitud tenían los enemigos una fuerte avanzada de Caballería, que la nuestra hizo huir causándole alguna perdida. Antes del Faramello observamos dos batallones franceses de gran gala, en posición en las alturas colaterales de la carretera, que abrieron fuego ante el despliegue de una de nuestras guerrillas, contestando nuestra artillería contra los dos batallones, que a su vez repelieron con un fuego muy nutrido que causó la muerte de un joven teniente. De resultas de lo cual el General ordenó que atacásemos a la bayoneta, con lo cual obligamos a los franceses a retirarse a Santiago.

Una vez en la ciudad del Apóstol nuestro relator y protagonista, al frente de la sección que mandaba, desalojó a los franceses de la Puerta Faxeira, de la cuesta de S. Paio y la plaza del Pan, en donde apresando a un sargento enemigo le salvó de la muerte, pues unas panaderas lo querían matar, después de herir al francés con los garfios de hierro de unas pesas.

Más tarde, al toque general de llamada formaron las tropas, yendo a acuartelarse a conventos y casas particulares, mientras eran vitoreados por la población.

Estuvimos en Santiago hasta la víspera del Corpus, en que sabedor el General al mando de nuestra División que el Mariscal Ney venía a atacarnos con 9.000 hombres de todas las armas, dispuso, a las doce de la noche y diluviando, la retirada a Padrón donde llegamos al amanecer. Después de tomar algún alimento continuamos por Caldas hasta Pontevedra, cuyo puente se cortó tan oportunamente que a la media hora el enemigo ya hacía fuego de batería.

Para comprender -explicó el militar- la rapidez con que el enemigo nos perseguía, basta decir que al pasar cerca del monasterio de Lérez fui a almorzar con mi tío Fr. José Durán y apenas había terminado, ya asomaba por la carretera la caballería enemiga. Me incorporé a los míos y llegué tan a tiempo que los nuestros cortaban el puente con carros y troncos de árboles. No se dirá que el invasor se mostraba perezoso.

La defensa de Ponte Sampaio: es correlativa con la batalla de Santiago, puede decirse que fue su complemento. El 25 de mayo fue el ataque de Santiago y entre éste y el encuentro de Ponte Sampaio no pasaron muchos días. Ney dio descanso a sus tropas en Pontevedra, partiendo el día 6 en dirección a Portugal, ignorando tal vez que los nuestros los esperaban en Ponte Sampaio, en que las agrestes y ásperas alturas ofrecían mayor defensa. Corre el río bajo los arcos del puente por una cortadura alta y estrecha que facilitaba la protección mediante unas trincheras allí abiertas.

Mandaba nuestras tropas el General La Carrera que acababa de organizar la denominada División del Miño. La componían algunos batallones regulares pero su principal núcleo lo formaban los Regimientos de Morrazo, Lobera, La Muerte y Monforte, constituidos con los conscriptos del país, reclutados por el Ejército, y los voluntarios, en general sin uniforme, sólo lucían un distintivo verde en el cuello de la chaqueta que el soldado traía al incorporarse a filas.

Las fuerzas que defendían el paso no llegaban a un contingente de 7.000 hombres, a los que acompañaban 3.000 más que no tenían armas pero los auxiliaban en las operaciones. De artillería contaban con dos morteros emplazados allí anteriormente y nueve piezas de campaña, junto con unas lanchas cañoneras para hostilizar al enemigo, con el fin de impedir que vadeara las aguas.

El Mariscal Ney inició el combate al frente de 12.000 hombres, entre los cuales había cinco escuadrones de caballería y la suficiente artillería, lo que le daba la seguridad de que la jornada sería breve y gloriosa para los suyos.

Ponte Sampaio: dibujo de Ramos Artal en La Ilustración Gallega y Asturiana -1879-

Al llegar al puente Ney comprendió bien las dificultades con que debía luchar, aunque su bravura no le permitió medirlas en todo su alcance, se fió de su valor y tomó las posiciones que creyó convenientes, poniendo toda su actividad y diligencia. Sin haber amanecido el día 7, intentó con la caballería vadear el río, sostenido por el fuego de las baterías. Fue rechazado, volvió al ataque, inútil intento, pues tuvo que volver grupas. Intentó más tarde renovar el avance, un fuego vivísimo se lo impedía. Intentó atravesar el río media legua más arriba del lugar en que se daba la batalla, el fuego de nuestra artillería detuvo nuevamente a los franceses.

Puso la noche fin al ataque y al día siguiente, sin esperar a que amaneciese, ayudados por una densa niebla y la soledad de los lugares, el General francés, empeñado en atravesar el río, envió a Ponte Caldelas un escuadrón de caballería con un batallón de infantería que llegó al amanecer. Allí estaba el Coronel La Cuadra que había previsto el lance. Por tres veces fueron rechazados los militares franceses, tras otros tantos intentos de encontrar la única vía que le quedaba al invasor. Ante esta situación adversa se vio Ney obligado a retirarse, habiendo sufrido más de 600 bajas al terminar el fuego el día 8.

Abatido y humillado el Mariscal Ney, marcharon los franceses hacia Pontevedra, vencidos por tropas bisoñas, inferiores en número y mandadas por generales sin nombre. De Pontevedra, pasaron a Santiago, de esta ciudad a La Coruña, y de aquí a Lugo. Cuando traspasaron los límites de Galicia, seis meses habían transcurrido desde su entrada hasta la evacuación definitiva, exceptuando de esta a los miles de soldados franceses que exhalaron su último suspiro en tierras gallegas. No había sido un numeroso ejército el que se había opuesto al invasor, ni gloriosos generales los que habían dado la victoria a los gallegos, fueron los aldeanos los que abandonando sus casas y campos lo expulsaron, pagando también un alto precio en vidas y destrucción.

Guerrillero gallego

Los gallegos, añade Murguía, no se limitaron a la defensa de su territorio sino que convertidos en soldados veteranos alcanzaron de un general extranjero el mayor elogio que se rindió a ejército alguno, presentándolo como ejemplo de guerreros del mundo civilizado. Se refiere Murguía a las alabanzas pronunciadas por el General Wellington, desde su cuartel de Lesaka -Navarra-, en razón de la eficaz y valerosa intervención del Cuarto Ejército, el Ejército Gallego, en la Batalla de San Marcial, el 31 de agosto de 1813, que permitió la liberación del País Vasco y la marcha de los “franchutes” del territorio español.

Para Murguía resultó ilustrador y agradable, según el mismo manifestó, oír los animados relatos del viejo militar, especialmente cuando se refería a episodios y combates en los que el destino le llevó a intervenir. Por su parte el anciano mostraba un sencillo agradecimiento por la atención con que era escuchado, dando a entender que la curiosidad de D. Manuel le hacía revivir en sus recuerdos, al confiarlos a quien mostraba serles tan interesantes.

D. Jacobo terminaría sus días en Caldas y en la villa recibió sepultura.

Fuentes: Manuel Murguía en el Boletín de la Real Academia Galega y en “La TEMPORADA en Mondariz”

Caldas de Reis en el «Diario de Pontevedra» por Luis María Salgado Sáenz

“Diario de Pontevedra 21 de marzo de 2018”

“Diario de Pontevedra 25 de julio de 2018”

“Diario de Pontevedra 8 de agosto de 2018”

“Diario de Pontevedra 14 de septiembre de 2018”

“Diario de Pontevedra 31 de octubre de 2018”

“Diario de Pontevedra 10 de abril 2019”

“Diario de Pontevedra 17 de julio de 2019”

“Diario de Pontevedra 21 de agosto de 2019”

”Diario de Pontevedra 11 de septiembre 2019”

“Diario de Pontevedra 2 de octubre de 2019”

”Diario de Pontevedra 15 de enero de 2020”

“Diario de Pontevedra 26 de febrero de 2020”

“Diario de Pontevedra 10 de abril de 2020”

”Diario de Pontevedra 25 de noviembre de 2020”

”Diario de Pontevedra 12 de mayo 2021”

“Diario de Pontevedra 2 de marzo de 2022″

”Diario de Pontevedra 25 de mayo de 2022”

”Diario de Pontevedra 11 de enero de 2023″

”Diario de Pontevedra 18 de enero de 2023”

“Diario de Pontevedra 1 de febrero de 2023”

“Diario de Pontevedra 22 de noviembre de 2023”

“Diario de Pontevedra 29 de noviembre de 2023”

La joven escritora Emilia Pardo Bazán describió el proceso de elaboración de papel de la Fábrica de Segade -Caldas-, una de las empresas pioneras en la fabricación de papel continuo en Galicia

Nicolás Rivero de Aguilar, descendiente del genovés Bartolomé Piombino fundador de la Real Fábrica de Papel de Faramello, estuvo en Francia, a mediados del siglo XIX, con objeto de conocer de primera mano las máquinas más adelantadas de la época en orden a la fabricación del papel.

A su vuelta, después de muchos esfuerzos y profusos estudios, dispuso que comenzasen, en 1862, en el lugar que hoy se alza el hotel rural, “Torre do Río”, junto a la cascada de Segade -Santo André de Cesar-, en las orillas del Umia, a poca distancia del corazón de Caldas, los trabajos para el montaje de una fábrica de papel continuo, similar a las que había visto trabajar en el país vecino. Don Nicolás había sido citado ya en 1847, en el diccionario geográfico-estadístico- histórico de Madoz, como propietario, de una fábrica de papel en el mismo emplazamiento, a la que decidió renovar, pues había comprobado que el trabajo verificado con los viejos moldes movidos a mano era excesivamente arduo y de lentos resultados. La diferencia de tiempo empleado con uno y otro modo de fabricación era enorme, lo que en una fábrica de mano se podía tardar un mes en producir, siendo favorables las condiciones meteorológicas (si no lo eran por humedad, niebla o excesivo calor la tardanza podía ser indefinida), en una de papel continuo podían ser 48 horas.

Las fábricas de papel continuo han de establecerse en un lugar donde haya un gran caudal de agua, con saltos que proporcionen la energía necesaria para mover la maquinaria, las ruedas hidráulicas, los cilindros, etc., y en el que el abundante líquido elemento permita, además, lavar las pastas, colas, lejías y ser utilizado en infinidad de usos.

La inversión de capital en Segade fue importante y también los obstáculos que hubo que vencer para la conducción e instalación de la maquinaria compuesta de piezas de gran peso. Con la nueva fábrica, que estuvo ya en funcionamiento en 1864, aumentó considerablemente la producción y por tanto el consumo de materia prima. Los comienzos fueron satisfactorios, se podía dar al papel el tamaño que se quisiera, cubriendo con ello toda clase de necesidades. En materia de prensa con el producto de la fábrica se podía mejorar ostensiblemente el formato de los periódicos.

En el verano del año citado, el maestro, natural de Arcos de la Condesa, Domingo Erosa Fontán, se acercó hasta la fábrica, denominada “Minerva” y dirigida por un francés, con un gran interés en ver funcionar la maquinaria, una de las mejores en su género -según relató-, pero no pudo hacerlo a causa de la escasez de agua, debida a los grandes calores de aquel verano. No tuvo fortuna el profesor, ya que pocas veces se podía ver la cascada tan seca como estaba, a diferencia de lo que ocurría en el crudo invierno en que su rugido era audible a más de una legua de distancia.

En el periódico “El Buscapié” de Pontevedra se informó de la actividad de la renovada fábrica establecida en Segade, y de los productos en ella elaborados con perfección y gusto, que nada tienen que envidiar al papel que se obtiene en Tolosa -Guipúzcoa- o en el extranjero, felicitando al Sr. Rivero por el adelanto que había conseguido.

La materia prima que se empleaba era el trapo de cáñamo, lino y algodón, la misma que en la fabricación manual que se hacía en los molinos con trapos machacados. La diferencia estribaba en el modo de ejecución o fabricación, que propicia que en el caso del papel continuo se consiga, a la vez que con mayor rapidez, un mayor tamaño y perfección, y una superior blancura y limpieza.

En el interior de la empresa se daba trabajo a mujeres adultas y jóvenes en las labores de trapería, cortado y alisamiento, y a hombres y muchachos en el manejo de cilindros, prensas, y máquinas en general. Había otros empleados ocupados en el acarreo de materias primas y en el traslado del papel elaborado. Un buen número de familias tenía trabajo y sustento.

En una “Guía de Comercio” publicada en el Boletín Mercantil e Industrial de Galicia, el 18.4.1848, se advertía “para dar las fábricas de papel continuo sus productos con tantas ventajas de tiempo y mejoras de calidad, tienen mayores gastos de fabricación. El entretenimiento o conservación de las máquinas es más costoso que el de las fábricas de mano, y no menor el número de obreros que asisten a las máquinas y a las demás labores. A esto se añaden los gastos considerables de combustible para la caldera de vapor y los agentes químicos que concurren como auxiliares a la fabricación, todo lo cual es aún en España bastante caro. Por todas estas razones no se ha podido bajar el precio de papeles tanto como los mismos fabricantes desean, pero de todos modos este artículo ha ganado mucho en calidad y bastante en su precio mismo”.

La Fábrica de Papel continuo de Segad

Los instrumentos que se utilizaban en la fabricación del papel continuo, que contribuyeron a la gran revolución que implicó, eran los siguientes: la máquina de cortar los trapos; los cilindros para romper y reducir a pasta el trapo y los de satinar o afinar; la caldera de vapor, alimentada por carbón o leña, para secar el papel, hervir las lejías y disolver los jabones y colas; la prensa hidráulica para aplastar la pasta -quitándole el agua- y el papel cortado; y la máquina que finalmente formaba el papel. Se usaban también en la fabricación una gran cantidad de materias auxiliares como cloruro de cal y ácido sulfúrico para los blanqueos; carbonato de sosa para las lejías, resina galipó y alumbres para las colas; drogas para los colores; aceite y sebo para el alumbrado y para suavizar el roce de ejes, descensos y engranajes de la maquinaria; tabla, cuerda y clavos para el empaque; madera para el taller de carpintería; hierro, plomo, acero, zinc y cobre para la cerrajería.

El proceso de fabricación consiste:

El trapo bruto se separa según clase de tejido, desde el más grosero al más fino, ya sea cáñamo, lino o algodón. Cada clase de trapo pasa a la máquina de cortar y cuando están reducidos a pequeños trozos, entran en un torno que les quita el polvo. Del torno los trapos descienden a las cubas o pilas en que al vapor hierven en lejía, pasando luego a los cilindros de romper que los deshilan y reducen a pasta. La pasta entra en una prensa hidráulica que le quita el agua y en tal estado recibe el blanqueo. Una vez hecho el blanqueado la pasta pasa a los cilindros de afinar, en los cuales se dan las colas y el color que quiera darse al papel. De los cilindros de afinar desciende la pasta a la máquina que forma el papel, de la cual sale terminado y seco.

Ambiente del interior de una fábrica de papel continuo en el siglo XIX

Una máquina de la clase Fourdrinier fue la empleada para la elaboración del papel continuo en la fábrica de Segade, junto con dos turbinas, seis cilindros trituradores y otros instrumentos

La escritora Emilia Pardo Bazán, visitante ilustre de la fábrica, describió con lenguaje literario el proceso de elaboración del papel en Segade:

“En la fábrica de papel a que arribé, después de una media ascensión como de media legua muy escasa, sufre el agua purgatorio perenne. El generoso raudal -corriente de agua abundante- que confiadamente se cuela en el depósito, es asido por las potentes ruedas de la gran turbina, que lo retuercen, azotan y trituran, gruñendo como verdugos saciados y contentos. Voltean las paletas con descompasada prisa, enviándose de una a otra la masa líquida con diligencia y soltura, igual a la que aquellos diablos que el ingenio de Cervantes finge jugando a la pelota con libros hechos ascua. El agua pugna por recobrar el natural equilibrio, pero mal de su grado, sube, desciende, balsa febrilmente, y cae de nuevo con fragor horrísono. Y todavía le aguardan otras maneras de tormento. Cautiva el agua se dirige entre grandes sollozos a las pilas en que ha de girar sin intervalo arrastrando consigo una repugnante pasta de trapo desmenuzado, y no hay sino dar vueltas y más vueltas, como los condenados de Dante, en el vértice de aquel confuso remolino, llevándose hasta la última impureza de la hedionda papilla, que por milagro de la industria se trocará presto en blanca hoja de papel, como ésta que emborronando voy. Y mientras el raudal gime, y se agita, y se deshace, y muere, cumpliendo la piadosa faena, en el jardinillo de la fábrica florecen en feliz descuido dalias, rosas y romero; los pinos esparcen su esencia balsámica, enmudecen los pajaritos sintiendo aproximarse la noche, y la naturaleza toda se impregna de blando sosiego. También reposará el martirizado río, cuando tácito y manso se escurra por los arcos del puente de Caldas …”.

Poco tiempo después de que la fábrica de papel continuo estuviera instalada Nicolás Rivero dejó de existir. Con su fallecimiento se perdió un gran emprendedor, que dejó como heredero a un hijo menor de edad, José Rivero de Aguilar y Gutiérrez de la Peña, que no continuó con la propiedad y explotación de la fábrica de papel, en razón quizá de su minoría de edad y la cuantía de las deudas acumuladas y transmitidas por su progenitor. José Rivero de Aguilar, en edad adulta, ocuparía a lo largo de su vida diversos cargos de importancia: Catedrático en la Facultad de Derecho de Santiago, Presidente de la Real Sociedad de Amigos del País, Teniente de Alcalde e incluso Alcalde interino de la ciudad de Santiago, etc.

El 11 de mayo de 1870, como consecuencia de concurso de acreedores, se anunció por el Juzgado de primera instancia de Santiago, el remate en el más ventajoso postor de la casa-fábrica de papel, titulada Minerva, con todas las dependencias, máquinas y enseres que fueron valorados en 480.000 reales. Hubo sucesivos anuncios de subasta en los años siguientes que quedaron desiertos, hasta que finalmente una sociedad regular colectiva, con sede en Santiago, bajo la razón social “Varela, Alsina, González y Pérez”, adquirió en 1876 la fábrica de papel continuo “La Minerva”, que en lo sucesivo pasaría a dominarse “La Concepción”, anunciándose inmediatamente que “El Diario de Santiago” empezaría muy en breve a hacer uso del papel de dicha fábrica, que según los entendidos era de gran calidad.

Un veraneante escribía por aquellas fechas “En una de nuestras excursiones a Caldas tuve ocasión de ver la renombrada fábrica de papel quedando maravillado del sorprendente salto de agua que le sirve de motor, de la belleza del paisaje donde está situada y de las excelentes máquinas de que está dotada, así como de la superior calidad de los productos elaborados. Se estaba ensayando en aquellos momentos con buen resultado, una máquina nueva destinada a reducir a pasta unos retales de tela”.

Emilia Pardo Bazán en el verano de 1878, con 27 años o a punto de cumplirlos, visitó la fábrica de papel e incluso pudiera ser que pernoctara en la vivienda allí existente, invitada por alguno de los propietarios o familiares de estos que frecuentaban el lugar, lo que le permitió contemplar y describir el proceso de fabricación de la hermosa forma antes mostrada y sentir el silencio de los pájaros al anochecer

El mismo año de la presencia de la escritora en la fábrica, los nuevos propietarios de la sociedad “La Concepción” presentaron sus productos en la Exposición Regional de Lugo: papel de escribir, satinado, recortado y de barba; de colores, de imprimir, de fumar, de envolver, de estraza y de otras varias clases, con diferentes dimensiones, y precios variables según condiciones y peso. Obtuvieron Medalla de Plata.

Con el paso del tiempo parece ser que el negocio no daba buenos resultados y en 1893 se anunció en la prensa la venta al contado o a plazos de la fábrica compuesta de edificios, maquinaria y demás artilugios, terreno anexo y saltos de agua con una fuerza superior a setenta caballos. Se informaría de los pormenores en la Notaría de Manuel Martínez Fernández de Santiago, admitiéndose proposiciones. El anuncio se repitió en años sucesivos hasta que en 1900, estando paralizada la fábrica de papel, fue adquirida por un capitalista asturiano, Manuel Fernández González, venido de Cuba con la idea de establecer una fábrica de tejidos. La competencia de otras papeleras, la falta de rentabilidad, la irrupción de la fabricación de papel con pasta de madera que exigía nuevas inversiones para adaptar la maquinaria al cambio, etc. pudieron ser razones para el cierre de la fábrica de papel de Segade.

Vista de la Fábrica de Papel

Servicio público de automóviles en Galicia a comienzos del siglo XX

En los inicios de siglo, coincidiendo en el tiempo con el transporte en diligencia que estuvo activo durante las primeras décadas, empezaron a funcionar en Galicia los primeros coches de vapor destinados a servicio público.

No les fue bien a las empresas pioneras en esta clase de servicio y se arruinaron. Apareció entonces en escena Antonio Sanjurjo Badía, un hombre dedicado al trabajo durante toda su vida, que se introdujo en esta tecnología, adquiriendo en subasta, en el año 1903, los automóviles de las empresas fracasadas. Los llevó a sus talleres de Vigo donde los preparó convenientemente, al mismo tiempo que formó al personal en mecánica y en el manejo. Operarios, conductores, revisores y administrativos, con él al frente y la ayuda de sus hijos, conformaron la plantilla de la empresa que promovió.

“La Correspondencia Gallega” 5.9.1903

En 1906, el empresario restableció el servicio entre A Coruña y Santiago con los mismos carruajes a vapor que habían prestado servicio anteriormente, aunque pronto comenzó a pensar en sustituirlos por otros de gasolina.

“Nova Galicia” 12.8.1906

Automóvil de vapor conducido por un hijo de D. Antonio, Manuel Sanjurjo

El Sr. Sanjurjo marchó al extranjero, visitó fábricas, estudió las características y los resultados que daban los nuevos coches en los países que visitó y se animó a invertir y traer unos cuantos a Galicia. Así llegaron los coches de benzina/gasolina a los que “bautizó” con los nombres de “Augusto González Besada”, “Patria”, “España” y “Montero Rios”. El primero de ellos, en el mes de noviembre de 1908, se acercó hasta Pontevedra en viaje de pruebas, que dieron un excelente resultado. El vehículo demostró disponer de comodidad para los viajeros y poder circular a lo que se consideraba entonces una gran velocidad.

De viaje con el coche “Augusto G. Besada “. Foto Varela

Estos coches regulares en su funcionamiento y 50 caballos de fuerza, eran “el último grito” en materia de automóviles para servicio público, estaban a la altura de los mejores que existían en el extranjero, pudiéndose recorrer con ellos las carreteras de modo seguro y confortable. Costaron cada uno una elevada cantidad de dinero, disponían de diez asientos y seis en la berlina, además de los del pescante y la delantera.

En un principio coexistieron en la empresa 10 coches de vapor y 4 de gasolina, pero se apostó por estos últimos, por lo que paulatinamente los primeros fueron quedando arrinconados. En 1912 la empresa pudo contar ya con una flota constituida mayoritariamente por vehículos de gasolina.

Los talleres de reparaciones y cocheras de la empresa se establecieron en Santiago y A Coruña. En estas últimas, en las que cabían con holgura todos los coches de la empresa, se realizaban todas las operaciones de entrar y salir los carruajes, tomar los billetes, facturar equipajes y mercancías. Del interior de los garages salían los coches con los viajeros sentados en sus asientos -¡como en las intermodales actuales!-. Para comodidad de ellos se montó en Ordes un servicio de restaurant. Allí y en Puente Lago hubo estación de toma de agua.

Automóvil llegando a cocheras

Andando el tiempo en todos los coches se instalaron aparatos telefónicos y en caso de averías o percance los conductores podían comunicarse directamente con las centrales. Se consiguió reducir las averías, que los operarios las repararan más rápidamente, contando con la ayuda de un coche auxiliar Clement-Bayard, así como reducir el tiempo de trayecto, lo que permitió cubrir el recorrido original de Santiago a La Coruña con solo dos vehículos de manera que se liberó a los demás para otras rutas. De esta forma, bajo la denominación de “La Regional” la empresa pudo pasar a ofrecer transporte de pasajeros, de paqueterías y servicio de correos entre Vigo, Pontevedra, A Estrada, Santiago de Compostela y A Coruña, entrando así, en el tramo sur de sus servicios, en competencia con el ferrocarril.

Uno de los vehículos con pasajeros a bordo atravesando Caldas de Reis. Foto Pacheco

En enero de 1909 Antonio Sanjurjo Badía remitió una circular a la prensa en la que ponía en conocimiento público que la dirección y administración de la empresa de fundición “La Industriosa” y la de automóviles, denominada “La Regional”, de las que era dueño, estaban a cargo de sus hijos Antonio y Manuel Sanjurjo Otero, ingenieros mecánicos con título académico expedido en Inglaterra y Alemania respectivamente, y de su hijo político Francisco Lorente, ingeniero mecánico español; continuando auxiliándolos su padre con los conocimientos técnicos y prácticos adquiridos en cincuenta años de continuado trabajo, con los que consiguió la creación de las referidas industrias.

“La Regional” acabaría siendo traspasada a otro empresario de transporte, Evaristo Castromil, que con la compra de los vehículos de Sanjurjo se convertiría en el más importante del sector en Galicia, un puesto en el que se mantendría él y sus sucesores durante más de 75 años, en los cuales muchos niños entonaban: “castro cien, castro doscientos, castro trescientos … y castro mil”.

Antonio Sanjurjo Badía, por el escultor Alejandro Curty

Fuente de información: La revista “Vida Gallega”, el libro “Empresarios de Galicia”: Joseba Lebrancón Nieto, y prensa de la época

A pedradas con el sacristán de San Xulián de Romai, el marqués de Riestra, el ministro Augusto González Besada, el periodista Miguel de Zárraga y con el duque de Windsor

La práctica de tirar piedras, con ánimo de agresión, como medio de dirimir una discusión o simplemente con objeto de pasar un rato de entretenimiento a costa del prójimo, es tan vieja como la humanidad. El blanco de los apedreadores pueden ser los muchachos del pueblo colindante, un rival por cualquier causa, los cristales de una vivienda, un viandante que camine por la vía pública o cualquier animal o cosa, quieta o en movimiento, que encuentren en su camino.

Las consecuencias pueden ser leves, si se causan daños personales o materiales de pequeña consideración o más graves, si los perjuicios que se producen son cuantiosos o se lesiona a alguien con el proyectil arrojado, provocándole heridas que necesitan de una cuidada atención médica o un daño irreparable.

Esta primitiva costumbre, ocasionalmente, culmina con un desenlace funesto, como sucedió con el sacristán de la parroquia de San Xulián de Romai de Portas. Un día del mes de junio de 1908 se celebraba la fiesta del Sacramento. En la romería había un animado baile en el que el sacristán de la iglesia se hallaba bailando con una joven cuando de pronto recibió una tremenda pedrada en el rostro que le facturó varios huesos. Conducido el infeliz a su domicilio falleció a las pocas horas en medio de fuertes dolores. El autor de la tropelía, que huyó nada más realizar el hecho, fue un joven de la misma parroquia, que según parece cortejaba a la moza que bailaba con el agredido. En las romerías de aquellos años eran frecuentes las disputas entre mozos, que afectados por la ingesta excesiva de alcohol no controlaban sus acciones, aunque en este caso los celos fueron los que motivaron el drama.

Iglesia de San Xulián de Romai -Portas-

A principios del siglo XX tanto el ferrocarril como los automóviles eran una novedad y ejercían una especial atracción entre los aficionados a estas “hazañas” del tiro al blanco, particularmente rapaces. Los automóviles eran un artículo de lujo, eran escasos los que circulaban por las carreteras; normalmente en su interior iba un rico propietario, un noble, un político o quizá un prelado, poseedores todos ellos de “papeletas” varias para ser afectados por un lance de este género. Curiosamente, en las cercanías de Caldas, en el mes de agosto de 1907, en breve espacio de tiempo, ciertas personas relevantes fueron víctimas de un apedreamiento.

El domingo, 18 de agosto del año indicado, el marqués de Riestra, en aquellos años el político más rico e influyente de la provincia de Pontevedra, regresaba de Caldas hacia su casa de A Caeira -Pontevedra-, meca de la política no solo regional sino también nacional, después de haber almorzado y disfrutado de la compañía de unos amigos en la villa termal, cuando de repente, en el lugar de Tibo, varias piedras, arrojadas al automóvil en el que viajaba, rompieron uno de los cristales del vehículo. Fueron detenidos, como autores del hecho, dos niños, Joaquín Iglesias, de 13 años, y Bernardino Baliños, de 11, y el alcalde de barrio del lugar, por tratar de encubrir a los responsables y ocultar su nombre y el cargo a la Guardia civil, cuando esta trataba de averiguar quiénes habían sido los responsables de la agresión.

El marqués de Riestra

Todos los veranos Augusto González Besada, ministro en diversas ocasiones, un político de extraordinaria reputación y reconocimiento en Galicia y España, acudía a Caldas a hacer uso de las aguas termales. Besada venía a la villa a descansar y tomar las aguas para aliviar una molesta artritis que padecía. Con los baños se reponía y podía continuar el resto del año con sus trabajos en Madrid. En fechas cercanas a lo sucedido con el marqués, al dirigirse a Caldas el entonces ministro de Fomento, de vuelta de una excursión o quizá de una reunión con una comisión, un chiquillo, que inmediatamente al hecho puso pies para qué os quiero, arrojó sobre la ventanilla del automóvil unas piedras, rompiendo el cristal del vehículo. El sobresalto del viajero fue grande, aunque afortunadamente para él, igual que en el caso del marqués, no padeció daño físico alguno. El incidente no enturbió la estancia del político en la villa y cuando, unos días más tarde marchó para la capital, expresó su satisfacción, en un acto de despedida que se le tributó, por el entusiasmo con que había sido recibido y lo bien que le habían tratado los caldenses.

Augusto González Besada

El que fue destacado periodista Miguel de Zárraga, en aquellas fechas director del diario de Vilagarcía “Galicia Nueva” (trabajó en diversos periódicos y fue guionista en Hollywood -EE.UU.- donde falleció), el domingo 25 de agosto del mismo año 1907, relató en su periódico un episodio vivido por él mismo, similar a los dos anteriores, con la diferencia de que el objeto de apedreamiento fue un tren.

El periodista Miguel de Zárraga apoyado en su bastón, a la dcha. de Laureano Salgado señalado con una x, en la C/ Oliva de Caldas

Narra el Sr. Zárraga “Tomé el tren de las nueve y media de la mañana, camino de Vigo, y a poco más no doy cuenta de este viaje. Figuraos que entre el kilómetro 17 y el 18, de esta línea de Santiago a Pontevedra, y entre los postes 12 y 14, un salvaje nos arrojó una enorme piedra, al departamento que íbamos un cura y yo.

La piedra, por nuestra suerte, hizo blanco en la portezuela, astillándola, y también con fortuna, porque no le mató, rebotó en la cara del sacerdote, produciéndole nada más que ligeras erosiones y el susto consiguiente. El pobre hombre, aunque clérigo, no fue un Te Deum precisamente lo que en aquel instante entonó. Si tiene a mano una escopeta cargada, y hace puntería, asegurad que hay hoy un salvaje menos en el mundo.

Nos tuvimos que contentar con participar el criminal atentado al Jefe de la estación inmediata pidiendo a Dios, con todas nuestras fuerzas, que enviase un rayito al asesino. Y esto no sería muy cristiano el demandarlo, pero ¡cualquiera pone la otra mejilla para recibir otra pedrada!

En serio. Si no nos apresuramos a perseguir tan lamentables atentados, nos expondremos a que, por un solo canalla, se nos tache de pueblo inculto.

Para evitar esto, bien pueden recordar las autoridades, con toda la energía necesaria, que no hay derecho a apedrear trenes ni automóviles … Respecto a estos últimos, ni siquiera cuando conduzcan a algún ministro.

¡Y -termina- callemos lo que en Caldas le pasó a Besada!”.

Otro suceso de esta clase, aunque con matiz diferente, lo contó Máximo Sar. Sin que sepamos concretar la fecha, ocurrió con motivo de una de las visitas a Galicia de la Escuadra Inglesa, muchos de cuyos oficiales iban a Caldas atraídos por la gran cantidad de truchas que entonces producía el Umia. Aquel día, en uno de tales grupos figuraba nada menos que el duque de Windsor, heredero de la Corona británica, a la que luego renunció para poder casarse con una plebeya. Ya a la orilla del río, en uno de los lances, la pluma del duque se prendió en una rama de ameneiro y de mirones estaban Oubiña y otro chaval de su edad, a los que los ingleses ofrecieron un chelín si se tiraban al agua y desprendían el sedal. Asi lo hicieron a pesar de que el agua estaba bastante fría y cuando fueron a cobrar la recompensa, los nobles cutres les dieron un penique -aproximadamente “un cadelo”-.

Los chicos se alejaron refunfuñando, enojados por la tacañería de los ingleses, y cuando se creyeron a prudente distancia, el Oubiña, que tenía buena puntería, le largó un pedrusco al duque, que le produjo sangre en la cabeza. Se armó un lío tan tremendo, que alli se juntaron autoridades inglesas y españolas. El Windsor perdonó, finalmente, a los agresivos chicos y así acabó todo.

Por último, mencionaré el susto que se llevó, la noche del 31.1.1914, el diputado Avelino Montero Villegas -hijo del gran Eugenio Montero Ríos y referente histórico en España en lo relativo a la Jurisdicción de Menores- cuando regresaba de Santiago a Pontevedra. Su automóvil no fue apedreado, pero se encontró, con algo más elaborado y peligroso. Unos desconocidos habían levantado a cinco o seis kilómetros de Caldas, atravesada en la carretera, una trinchera de vigas colocadas unas encima de otras. Hubiera ocurrido una desgracia de no haber sido por la potente iluminación de los faros, que, a pesar de la niebla, permitieron descubrir la muralla, en virtud de lo cual el vehículo pudo parar, evitando el choque con la base de aquella, lo que hubiera hecho caer encima del viajero y sus acompañantes las vigas que formaban la barricada.

Incidentes como los descritos y otros semejantes han ocurrido y siguen sucediendo en todas las épocas y lugares. Parece imposible su erradicación total, a pesar de los progresos de nuestra sociedad en materia de educación. Aflora, de vez en cuando, el demonio que llevamos dentro y, frecuentemente, una piedra continúa siendo lo que el común de los mortales tiene más a mano.

El elegante Hotel-Balneario Acuña. La Vidriera de la sociedad Maumejean

Unas cuantas fueron las crónicas en prensa dedicadas a principios del siglo XX al Hotel-Balneario Acuña emplazado, en Caldas de Reis, cerca de la estación de Portas. Se llegaba en diez minutos, en cestos, rippers y vehículos de toda especie que siempre había en dicha estación, de gran movimiento en verano.

Elisardo Domínguez hizo posible el resurgir del viejo caserón, levantando un espléndido edificio con diseño de Jenaro de la Fuente, que fue inaugurado el 1 de julio de 1906.

En una de las crónicas, escrita un par de años después de la apertura, se describía con detalle el edificio recientemente construido “… ocupa el establecimiento de Acuña unos 400 metros cuadrados, con un frente de 23 metros por 18 de ancho y 24 de alto, por el lado del río, y 19 por la carretera.

La fachada principal del Este, frente a la casa del Ayuntamiento, es de sayero, a la par que elegante estilo moderno. La del Norte es de hermosas líneas, original y muy atrayente, pues su disposición sobre el Umia, con grandes galerías superpuestas y voladizas sobre el río, coronadas por una amplia terraza, desde donde se disfruta de un paisaje incomparable, y por una crestería muy atrevida y flanqueada por dos cuerpos de cantería sencillos, a la par que bellos, constituye un genital conjunto arquitectónico que se destaca sobre el río, principalmente desde su margen derecha.

En lo que pudiéramos llamar sótano del edificio, por debajo del nivel de la carretera, está instalado el Balneario, con amplios ventanales al Norte y al Sur, la Dirección y los almacenes del comercio de don Elisardo Domínguez.

Dispónese en el Balneario de tres amplios cuartos de baño de primera con inmejorable menaje, tres de segunda, dos más con duchas de diferente clase, pervicupia con ducha múltiple, otros tres baños generales de tercera clase, gabinete para inhalaciones, otro para pulverizaciones y otro para bombas y motor eléctrico.

En el segundo cuerpo, que está al nivel de la vía pública, aparece en el centro un amplio vestíbulo bien decorado, en donde se suele hacer amena tertulia “de tijereteo” con motivo de la recepción de los recién llegados.

A la izquierda el gran Salón-Teatro, de 16 metros por 8,50 de ancho y 4,50 de alto, cuyo artesonado, ornamentación, alumbrado y menaje son del mejor gusto. El telón y las decoraciones son muy aceptables”.

Salón-Teatro

“En este Salón improvísanse sugestivas reuniones de confianza; se baila y se canta y con frecuencia dánse concurridas representaciones por compañías cómico líricas.

A la izquierda está el escritorio del propietario y un bien surtido bazar”.

A la venta en el Bazar de D. Elisardo

“El tercer cuerpo, segundo con relación a la calle, es un entresuelo de 3,50 m. de alto y lo ocupan a la derecha las habitaciones del propietario y a la izquierda varias alcobas para bañistas, el gabinete de lectura, el salón de billar, etc.

Los pisos segundo y tercero (cuarto y quinto si contamos el Balneario) están destinados a hotel, cuyos dormitorios, sala, comedor, etc., tienen mucha luz, inmejorables vistas y completo menaje del mejor gusto. En el mansar hay también buenas habitaciones”.

Paseantes en el puente de A Ferrería y bañistas en la terraza del Balneario, encima de la galería

“En este novísimo hotel, higiénico y económico, en el cual la pulcritud es la nota dominante, se hace una vida sencilla y apacible; la cocina es excelente, el maitre, correcto como un gentleman, discreto e insinuante como un jesuita, sugestivo como un judío, es modelo en su clase, y los camareros desempeñan acertadamente su cometido.

El pueblo de Caldas -finaliza la crónica- debe inmensa gratitud a don Elisardo Domínguez, propietario de este palacio, por el sacrificio que se impuso al dotar a esta hermosa villa de un elemento esencial que complementa la industria balnearia; pues, aunque como hombre de negocios persigue con esta mejora un fin industrial, hay que convenir en que se necesitan arrestos y estímulos de génesis espiritual -y en esta caso no pueden ser otros que el amor a la pequeña patria- para llevar obra de tanto alcance”.

El cronista no menciona la bonita vidriera de la sociedad Maumejean, ubicada en la escalera de acceso a las plantas superiores, que bien merece una referencia. Con seguridad el Sr. Domínguez tuvo que abonar una buena cantidad de pesetas para poder lucirla en su establecimiento.

“Bañista”

La sociedad de Vidrieras Artísticas Maumejean, de origen francés, ha abastecido de vidrieras a numerosos edificios religiosos, civiles y casa particulares, y participado en numerosas exposiciones nacionales e internacionales. Fue el pintor-vidriero oficial de la Casa Real de Alfonso XII. En 1898 abrió un taller en Madrid.

El Salón antes referido y el parque-jardín que se extiende, a orillas del Umia, por el lado oeste del edificio, han sido marco, durante buena parte del siglo pasado, de brillantes fiestas de sociedad.

Décadas más tarde de la inauguración, el conocido sacerdote franciscano en Galicia, D. José Isorna, calificó al establecimiento termal como “El Balneario de los Geranios”, ya que lo que más le agradaba de esta mansión de salud y belleza era la preciosa colección de geranios, blancos, rojos, rosados, policromados –hoy día desaparecidos- que atesoraba en sus ventanas, patios, terrazas y miradores, fruto del gusto y cuidados de Dª Maruja Pereira de Lema -esposa de D. Carlos, hijo de D. Elisardo-, que poco a poco iba adquiriendo nuevas especies de su planta predilecta.

En el mes de septiembre de 1947 fueron inauguradas unas pistas de tenis construidas en el parque-jardín del Balneario. Asistió al evento la destacada deportista internacional Lily Álvarez, que, aunque retirada del deporte activo por aquel entonces, disputó unos juegos con otros aficionados. Tiempo después las canchas fueron sustituidas por la agradable y relajante piscina termal que se puede disfrutar en el presente.

El Hotel-Balneario en la actualidad

Villa Manuel Pomar, pequeña localidad argentina, situada en la provincia de Buenos Aires, que debe su nombre a un natural de Portas -Pontevedra-

J. Manuel Pomar, descendiente de familia humilde, fue uno de los miles habitantes del Valle del Salnés que, en la segunda mitad del siglo XIX, embarcó rumbo a la Argentina en busca de fortuna, dejando atrás su querido pueblo, Portas, limítrofe con Caldas de Reis.

Muchos vecinos de Portas, con sus mujeres, hijos y el pequeño ajuar de que disponían, se vieron precisados a emigrar. Algunos dejaban las llaves de sus casas al cura párroco de la feligresía.

El 6.1.1914 en la revista semanal “Nova Galicia”, órgano dos gallegos e pr’os gallegos n’as Amérecas, a la que estaba suscrito desde su fundación en 1901

Se estableció J. Manuel Pomar en la ciudad de Pergamino, al norte de Buenos Aires. Le fue bien, ejerció el comercio durante más de treinta años y fundó un hogar, consiguiendo, después de muchos desvelos y sacrificios, un bienestar apreciable y, por tanto, un porvenir risueño, fruto de su don de gentes y la constancia en el trabajo.

Villa Manuel Pomar está situada a 266 Kms. de Buenos Aires

D. J. Manuel, con el apoyo de su familia, se dedicó, también, a la agricultura y ganadería en su extenso y valioso campo de “El Arbolito”.

Cedió parte de las tierras de su hacienda para que la empresa FCCA (Ferrocarril Central Argentino) continuara con el avance del ramal Pergamino-San Urbano (Melincué), construyendo la estación ferroviaria y los galpones de almacenamiento. La parada se inauguró el 1 de diciembre de 1897. Se bautizó con el nombre de la cercana estancia El Arbolito.

La inauguración de la estación propició la formación del pueblo, siendo por tanto la fecha del inicio del servicio ferroviario la que se considera como la del nacimiento de la localidad, a la que, en homenaje y agradecimiento al benefactor, se dio su nombre. La estación tuvo importancia, por ella pasaban trenes que iban desde Córdoba a Buenos Aires y viceversa. Fue calificada como de primera, habilitada para cargas, encargos, pasajeros y telégrafos.

Alrededor de la estación, que supuso prosperidad y trabajo, comenzó el asentamiento de gran número de personas, preferentemente italianos y españoles. La población, que hoy tiene algo menos de 300 habitantes, llegó a alcanzar los 1600 en los años 40 del pasado siglo, casi todos dedicados a tareas rurales.

La Estación ferroviaria “El Arbolito”

Se abrió Escuela Pública en el año 1905; se fundó una Cooperativa Agrícola, un Club Social y una Capilla dedicada al patrono del pueblo, San Isidro Labrador. Cuenta con destacamento policial.

Para atender las necesidades de la población hubo servicios de todas clases: almacén de ramos generales que contaba con boliche y sodería. Los paisanos que iban a hacer sus compras o tomar una copa, dejaban sus caballos atados a los paraísos -árboles- que estaban en la vereda -acera-. Asimismo había carnicerías, carpintería, cigarrería, cremería (heladería), taller mecánico, panadería, peluquerías, herrerías, fonda, bar y otros almacenes.

Unas graves inundaciones y la clausura del ramal del ferrocarril en 1992 provocaron una importante crisis social y económica en la población, que trajo como consecuencia la marcha de la gran mayoría de sus habitantes.

Al igual que otros emigrantes gallegos favorecidos por la fortuna, que financiaron escuelas, asilos, fundaciones creadas con fines benéficos, etc., en sus lugares de procedencia, el comerciante, agricultor y ganadero portense, Sr. Pomar, a pesar de llevar ausente de su tierra mucho tiempo, no olvidó las necesidades y la escasa instrucción que recibían los hijos pertenecientes a la clase menesterosa. Por ello, en el año 1916, envió cierta cantidad de dinero a dos personas de su confianza, Francisco Búa Silva y Andrés Buceta, para que, de acuerdo con los profesores de los colegios que había en el municipio, la distribuyesen entre los niños de Portas, con el fin de que asistiesen asiduamente a la escuela. Prometió continuar haciendo donativos con tal fin, dado que para él era una gran satisfacción ver el bienestar de sus compatriotas.

Nada más se sabe del principal protagonista de esta pequeña historia, que es análoga a la de otros emigrantes que contribuyeron al nacimiento de muchas localidades del territorio argentino, como consecuencia de la colonización (el caldense Juan Fuentes fue uno de los fundadores de la comunidad Fuentes en la provincia de Santa Fe) y la expansión del ferrocarril, de las que gran cantidad de ellas desaparecieron con el paso del tiempo, mientras que otras permanecen.

Nota:

Intuyo que los que fueron desafortunados protagonistas del que se denominó “caso Pomar” son familiares de D. J. Manuel Pomar, quizá sus biznietos. El suceso tomó, hace algo más de diez años, magnitud nacional en Argentina, sacudiendo la actualidad de aquel país. Los medios de comunicación hicieron tal espectáculo del acontecimiento, que el tratamiento que se le dio a la noticia fue posteriormente objeto de estudio.

El caso de la familia Pomar desveló, durante casi un mes, a gran parte de la opinión pública argentina. El día 14 de Noviembre de 2009 la familia, compuesta por Fernando Pomar (hijo de Juan Manuel Pomar, propietario de campos), su esposa y dos hijas, desapareció misteriosamente, cuando viajaba hacia la ciudad de Pergamino en la Provincia de Buenos Aires, lugar al que iban habitualmente, de donde eran oriundos y tenían familiares. Su desaparición dio lugar a un sinnúmero de conjeturas disparatadas, desde los que aseguraban haber visto a la familia en ciudades recónditas, hasta personas que afirmaban que el matrimonio tenía deudas, problemas de pareja, psicológicos y otros. Finalmente, todo se aclaró cuando todos los miembros de la familia, que buscaba un país entero, aparecieron muertos 24 días después. Se comprobó que había habido un grave accidente de tráfico que acabó con la vida de los cuatro viajeros. El caso puso de manifiesto negligencias dentro de la Policía bonaerense que le costó el puesto a algunos de sus funcionarios.

Francisco González Gómez, el sacerdote que restauró la Colegiata de Santa María la Real de Sar y ordenó sus históricos legajos y pergaminos

La página web “www.caldasdereisysalgado.wordpress.com” la dedico, regularmente, a tratar hechos, acontecimientos, historias y personajes vinculados o relacionados de alguna manera con Caldas de Reis y comarca.

En esta ocasión, inducido por la que más tarde comprobé como equivocada información, proporcionada por el que fue director y catedrático de la Escuela Normal de Santiago, José Mª Moar Fandiño, en artículo publicado el 7.4.1924 en el diario “El Compostelano”, en la que afirmaba que Francisco González Gómez, párroco de Sar, era natural de Saiar -Caldas-, me ocupé en el estudio del que resultó ser culto y trabajador sacerdote, que durante muchos años estuvo al frente de la Colegiata de Santa María la Real. Así pude descubrir su destacada y loable actividad en el ejercicio de una labor digna de ser reconocida, lo que me ha animado a dar a conocer cuanto he averiguado sobre el, para una mayoría, ignorado personaje.

Sin descartar que el religioso haya tenido alguna conexión con Saiar, por presencia, familia o amistades, que sea la causa del error del señor Moar, lo cierto es que su partida bautismal y certificado de defunción dicen que don Francisco nació, el 19 de mayo de 1837, en la parroquia de Santa María do Camiño de Santiago de Compostela, en el seno de una familia humilde, hijo de Roque y Angela.

Alcanzó, gracias a su capacidad y esfuerzo, una relevante consideración. Después de brillante oposición, fue alumno interno de gracia en el Seminario Conciliar de Santiago. Siguió sus estudios con tal aprovechamiento que, por encargo de sus superiores, comenzó bien pronto a ejercer la enseñanza. Fue doctor en Sagrada Teología, Derecho Canónico y Filosofía y Letras. Hombre de gran cultura e inteligencia, sobresalió por el conocimiento de las lenguas griega y hebrea a las que dedicó preferentemente sus estudios.

Por deseo del obispo de Tui, el que sería Arzobispo de Santiago Manuel Lago González, cuando era seminarista, fue a Santiago a estudiar las lenguas griega y hebrea, bajo la dirección de don Francisco González Gómez que las dominaba a la perfección.

D. Francisco estuvo dedicado a la enseñanza durante más de treinta años. Ejerció como Catedrático de Griego y Hebreo en el citado Seminario Conciliar, en el que asimismo impartió las asignaturas de Patrología y Oratoria Sagrada. Fue también profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Compostelana.            

El ilustrado sacerdote, Capellán de honor de S.M., compaginó docencia, investigación histórica y la gestión del Curato de Santa María la Real de Sar en Santiago, del que tomó posesión el 4 de octubre de 1877.

La espléndida Colegiata -Vida Gallega-

Uno de los monumentos más representativos de Santiago, la magnífica Colegiata, llama la atención por el alarde arquitectónico de ofrecer las columnas que dividen las naves una notable inclinación. Fue restaurada y embellecida gracias a los desvelos del párroco Sr. González, y declarada Monumento Nacional, en 1895, dos años antes de su fallecimiento.

Las famosas columnas inclinadas

El escritor y arqueólogo, socio corresponsal de la Sociedad Arqueológica de Pontevedra, Víctor Silva Posada, escribió en 1889 sobre la labor realizada por el párroco de Sar: “Es inconcebible lo que hacen los curas párrocos en nuestras ciudades. En Santiago embadurnan de cal y pinturas los hermosos templos de la ciudad y los frisos al óleo … ensucian por todas partes columnas, pilas, sepulcros e inscripciones antiquísimas. Don Francisco González Gómez, miembro de la Comisión del Museo Arqueológico de Santiago es una gran excepción, de uno por mil”.

Bernardo Barreiro de V. V., el notable historiador y archivero compostelano, fundador de la revista “Galicia Diplomática”, autor de la “Guía histórica, artística, arqueológica y militar de la antigua capital de Galicia, Santiago de Compostela”, dedicó al erudito sacerdote unos cuantos elogios:

“A él debemos el minucioso examen, piedra tras piedra, del extraño monumento del Sar, cuya descripción arqueológica hemos publicado en la Ilustración Gallega y Asturiana y publicaremos con más detalles en nuestra Galicia Diplomática. A él debemos el completo conocimiento del origen y vicisitudes de este antiguo monasterio, y él ha enriquecido la historia patria descubriendo y poniendo de manifiesto este tesoro diplomático”

“Ya, al fin, los empolvados legajos se clasifican y se anotan; los venerandos pergaminos sobre los cuales estamparon su firma y posaron su diestra mano hombres como Gelmírez y Alfonso VII, Sisnando y Hermenegildo, se reproducirán en millares de copias por medio del grabado, de la fotografía y de la imprenta, y el antes inexplorado archivo donde a nadie le era dado penetrar, será de hoy en adelante tan público, que, con la inserción en estas columnas de sus mas notables documentos y facsimiles, en sus propias bibliotecas podrán consultarlos los amantes de nuestras glorias y antigüedades.

El señor González merece, pues, toda nuestra gratitud y el beneplácito del pueblo Compostelano y de Galicia entera. ¡Ojalá tenga muchos imitadores!”

“Damos las gracias al ilustrado catedrático del Seminario y Rector de Sar por la valiosa cooperación que se digna prestar a nuestros estudios, y deseamos que esta conducta patriótica sea imitada por todos aquellos que, en perjuicio de nuestra historia, guardan documentos inéditos ignorados y en peligro de que desaparezcan sin dejar noticia de su existencia.

Ha llegado el día de la reparación, y de que Santiago se enorgullezca de poseer una joya como La Colegiata, gracias a la ilustración del actual señor cura párroco, nuestro distinguido amigo el catedrático del Seminario Compostelano Dr. D. Francisco González Gómez”.

Vieja postal del bello claustro románico de la Colegiata, conservada en la RAG

El carácter aplicado y diligente de don Francisco queda resaltado aún más por el hecho de que, en los últimos años de su vida, acometió con entusiasmo el estudio del Derecho Civil, llegando a examinarse de varias asignaturas, aunque los achaques sufridos hubieron de hacerle desistir de su empeño.

El antes referido catedrático, Jose María Moar, dedicó al sacerdote, unos versos en los que hace alusión a un retrato al óleo de don Francisco, pintado por J. Bolet, en el que se le representa con muceta azul y la borla con los colores blanco (Teología), verde (Cánones) y celeste (Filosofía) y con la cruz de Carlos III:

“Yo tengo el retrato de un buen latinista
que era sacerdote curero de Sar,
exégeta áureo y gran hebrísta,
¡la lengua de Cristo gustaba él hablar! ….”

Jose María Moar

Después de desempeñar durante largo tiempo el curato de Santa María la Real, a satisfacción de los santiagueses, falleció don Francisco, como consecuencia de grave enfermedad, a las doce y media del 10 de febrero de 1897, siendo enterrado en el cementerio propiedad de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, situado junto a la iglesia de San Domingos de Bonaval. Asistieron a sus funerales cuarenta sacerdotes, además de cantores e instrumentistas.

Hubiera sido motivo de satisfacción poder contar con este sacerdote entre los naturales de las tierras de Caldas. No obstante, no hay por qué no estar orgullosos del personaje, ya que ciertamente, no anduvo lejos de haber nacido en ellas, vino al mundo solo unos kilómetros más al norte.