Servicio público de automóviles en Galicia a comienzos del siglo XX

En los inicios de siglo, coincidiendo en el tiempo con el transporte en diligencia que estuvo activo durante las primeras décadas, empezaron a funcionar en Galicia los primeros coches de vapor destinados a servicio público.

No les fue bien a las empresas pioneras en esta clase de servicio y se arruinaron. Apareció entonces en escena Antonio Sanjurjo Badía, un hombre dedicado al trabajo durante toda su vida, que se introdujo en esta tecnología, adquiriendo en subasta, en el año 1903, los automóviles de las empresas fracasadas. Los llevó a sus talleres de Vigo donde los preparó convenientemente, al mismo tiempo que formó al personal en mecánica y en el manejo. Operarios, conductores, revisores y administrativos, con él al frente y la ayuda de sus hijos, conformaron la plantilla de la empresa que promovió.

“La Correspondencia Gallega” 5.9.1903

En 1906, el empresario restableció el servicio entre A Coruña y Santiago con los mismos carruajes a vapor que habían prestado servicio anteriormente, aunque pronto comenzó a pensar en sustituirlos por otros de gasolina.

“Nova Galicia” 12.8.1906

Automóvil de vapor conducido por un hijo de D. Antonio, Manuel Sanjurjo

El Sr. Sanjurjo marchó al extranjero, visitó fábricas, estudió las características y los resultados que daban los nuevos coches en los países que visitó y se animó a invertir y traer unos cuantos a Galicia. Así llegaron los coches de benzina/gasolina a los que “bautizó” con los nombres de “Augusto González Besada”, “Patria”, “España” y “Montero Rios”. El primero de ellos, en el mes de noviembre de 1908, se acercó hasta Pontevedra en viaje de pruebas, que dieron un excelente resultado. El vehículo demostró disponer de comodidad para los viajeros y poder circular a lo que se consideraba entonces una gran velocidad.

De viaje con el coche “Augusto G. Besada “. Foto Varela

Estos coches regulares en su funcionamiento y 50 caballos de fuerza, eran “el último grito” en materia de automóviles para servicio público, estaban a la altura de los mejores que existían en el extranjero, pudiéndose recorrer con ellos las carreteras de modo seguro y confortable. Costaron cada uno una elevada cantidad de dinero, disponían de diez asientos y seis en la berlina, además de los del pescante y la delantera.

En un principio coexistieron en la empresa 10 coches de vapor y 4 de gasolina, pero se apostó por estos últimos, por lo que paulatinamente los primeros fueron quedando arrinconados. En 1912 la empresa pudo contar ya con una flota constituida mayoritariamente por vehículos de gasolina.

Los talleres de reparaciones y cocheras de la empresa se establecieron en Santiago y A Coruña. En estas últimas, en las que cabían con holgura todos los coches de la empresa, se realizaban todas las operaciones de entrar y salir los carruajes, tomar los billetes, facturar equipajes y mercancías. Del interior de los garages salían los coches con los viajeros sentados en sus asientos -¡como en las intermodales actuales!-. Para comodidad de ellos se montó en Ordes un servicio de restaurant. Allí y en Puente Lago hubo estación de toma de agua.

Automóvil llegando a cocheras

Andando el tiempo en todos los coches se instalaron aparatos telefónicos y en caso de averías o percance los conductores podían comunicarse directamente con las centrales. Se consiguió reducir las averías, que los operarios las repararan más rápidamente, contando con la ayuda de un coche auxiliar Clement-Bayard, así como reducir el tiempo de trayecto, lo que permitió cubrir el recorrido original de Santiago a La Coruña con solo dos vehículos de manera que se liberó a los demás para otras rutas. De esta forma, bajo la denominación de “La Regional” la empresa pudo pasar a ofrecer transporte de pasajeros, de paqueterías y servicio de correos entre Vigo, Pontevedra, A Estrada, Santiago de Compostela y A Coruña, entrando así, en el tramo sur de sus servicios, en competencia con el ferrocarril.

Uno de los vehículos con pasajeros a bordo atravesando Caldas de Reis. Foto Pacheco

En enero de 1909 Antonio Sanjurjo Badía remitió una circular a la prensa en la que ponía en conocimiento público que la dirección y administración de la empresa de fundición “La Industriosa” y la de automóviles, denominada “La Regional”, de las que era dueño, estaban a cargo de sus hijos Antonio y Manuel Sanjurjo Otero, ingenieros mecánicos con título académico expedido en Inglaterra y Alemania respectivamente, y de su hijo político Francisco Lorente, ingeniero mecánico español; continuando auxiliándolos su padre con los conocimientos técnicos y prácticos adquiridos en cincuenta años de continuado trabajo, con los que consiguió la creación de las referidas industrias.

“La Regional” acabaría siendo traspasada a otro empresario de transporte, Evaristo Castromil, que con la compra de los vehículos de Sanjurjo se convertiría en el más importante del sector en Galicia, un puesto en el que se mantendría él y sus sucesores durante más de 75 años, en los cuales muchos niños entonaban: “castro cien, castro doscientos, castro trescientos … y castro mil”.

Antonio Sanjurjo Badía, por el escultor Alejandro Curty

Fuente de información: La revista “Vida Gallega”, el libro “Empresarios de Galicia”: Joseba Lebrancón Nieto, y prensa de la época

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