José Salgado / La Casa Escuela, el Asilo de Ancianos, el Parque Jardín, el Campo de la Feria o Carballeira, las Travesías, mejoras en los Balnearios y concurrencia diversa a los mismos; ocio, desarrollo y progreso en Caldas. Publicidad en la prensa de los negocios o empresas de la Villa

Hipólito de Sa Bravo en su libro sobre Caldas de Reis dejó escrito: “Además de la Torre de doña Urraca existieron en los términos de Caldas otras torres de menos importancia. Una de ellas fue la desaparecida Casa-Torre, vinculada al Mayorazgo del Marqués de Bendaña, que estaba en la actual entrada del Parque Jardín. Torre que se hizo famosa después de su desmantelamiento, pues en su base se encontró la estela funeraria que, M. Audacio, Centurión de la legión X Gémina, dedicó a tres soldados de la misma legión …, y una piedra con una cavidad en el centro y su tapa, catalogada como una posible urna cineraria, porque en su interior tenía cenizas y restos de elementos incinerados. El hallazgo de estos restos romanos popularizó la antigüedad y la importancia de una Torre que ya había desaparecido”.

Continuaba D. Hipólito: “Quedan los vástagos de una familia conocida por el nombre de Las Torrillas, sus ascendientes eran los encargados de vigilar las Torres y los bienes del Mayorazgo del Marqués de Bendaña. Las Torres eran dos. La principal unida a la casa solariega, que estaba a le entrada del Parque-Jardín, y otra levantada en la parte norte del Campo de la Feria -o Carballeira-. Sus últimos propietarios fueron los señores de la Casa del Conde Canillas”.

En “El Correo Gallego”, de 30.5.1883, podemos leer “A fin de que dentro del plazo de ocho días puedan presentarse las reclamaciones oportunas, se hace saber que en la secretaría del gobierno civil de Pontevedra se hallan expuestos los proyectos de construcción de dos edificios destinados a Casa-Escuela y Asilo de Pobres del Ayuntamiento de Caldas de Reyes”.

Y el 17 de junio, del mismo año y periódico, se añade: “Por el gobierno de la provincia de Pontevedra se ha acordado declarar de utilidad pública las obras que intenta llevar a cabo el Ayuntamiento de Caldas de Reyes, a saber, un edificio con destino a Asilo de Pobres, Casa-Escuela, así como el establecimiento de una Feria-Mercado en la finca denominada de la Torre, en el barrio de Cimadevila”. Se estaba iniciando en Caldas de Reis un importante proyecto de remodelación urbana.

El 17 de noviembre de 1883, en “El Correo Gallego”, se afirmaba: “Digna es de elogio la conducta del señor Conde de Canillas, que accediendo a los vehementes deseos de la villa de Caldas de Reyes, consintió en la venta de la finca denominada Cimadevila, que poseía en dicho lugar. El Ayuntamiento de Caldas la adquirió en la cantidad de 5.000 duros, con objeto de construir un asilo de mendicidad y casas para escuelas, destinando el resto de la posesión a establecer un lugar en las debidas condiciones para celebrar una feria mensual que enseguida se iniciará. Muchos Condes como el de Canillas le hacían falta a Galicia para que fuera más rápido y eficaz el engrandecimiento de esta hermosa región”. La finca también nombrada “de la Torre” era colindante con la carretera que de Cuntis va a Pontevedra, se hallaba poblada de robles y reunía extensión y especiales condiciones para el objeto a que se la quería destinar.

En el mes de diciembre se daba la noticia que “el Ayuntamiento de Caldas había acordado la creación de una feria mensual de toda clase de ganados, por la que no cobrará impuesto alguno”.

El 3 de enero de 1884 se inauguró la referida feria en Caldas, dándole al acto la mayor solemnidad, pues fueron invitados a asistir el gobernador civil y todos los diputados que componen la comisión provincial, que aceptaron gustosos la invitación.

Y visto el buen resultado que estaba dando la feria de ganados, que se celebraba el día 3 de cada mes, el Ayuntamiento acordó la creación de una feria anual de toda clase de ganados, géneros, efectos de comercio y agricultura, en la que tampoco se cobrarían impuestos y se repartirían premios, que se celebraría, el 8 de septiembre, con la denominación de Feria de la Natividad de Nuestra Señora.

Se inauguró la Feria Anual de la Natividad el 8.9.1884

En marzo de 1884 se comentó en “El Correo Gallego”: “El Ayuntamiento de la villa de Caldas está dando pruebas de su actividad y celo como ninguno, en beneficio de los intereses y de la prosperidad de aquél pueblo. El celosísimo municipio a que aludimos ha comprado la hermosa finca del sr. Conde de Canillas para dedicarla a campo de feria, y construir además edificios para la Instrucción pública y Asilo de pobres. La feria se inauguró con una concurrencia inmensa; pero todos los días que se celebra hay tal animación en ella, que solo viéndola pudiera formarse idea de cuánto vale. En vista de tan buen resultado, y viendo la Corporación municipal que la villa de Caldas necesitaba un sitio de recreo, para los muchos bañistas y enfermos que concurren, en la estación de verano a aquél balneario, llamó al Ingeniero Agrónomo de la provincia de Pontevedra -D. Francisco Alcarraz y García-, para que trazase el diseño de un bonito parque en la finca. Se han levantado ya los planos y comenzado los primeros trabajos con gran entusiasmo, pudiendo asegurarse que, por la situación y especiales condiciones de aquellas pobladas risueñas campiñas, no habrá un paseo más delicioso en toda Galicia”.

Plano del Parque-Jardín, tomado del libro de Carlos Rodríguez Dacal
Entrada al Parque-Jardín a finales del siglo XIX
Las Escuelas a un lado, el Asilo al otro

Nada se sabe, escribe Carlos Rodríguez Dacal en su libro “El Parque-Jardín y Carballeira de Caldas de Reis”, del origen de la plantación vegetal inicial, no hay documentación que permita poder confirmar el lugar de procedencia. La primera referencia escrita aparece en el año 1892, en la sesión de 26 de junio, en la que se acuerda abonar a José Salgado quince pesetas por plantas que, según factura, adquirió en el Jardín de la Caeyra de Pontevedra para el de este Ayuntamiento.

El Parque-Jardín se convirtió en un amplio y estupendo lugar de solaz y esparcimiento para los vecinos y para los enfermos o agüistas. Estos, además de baños, inhalaciones y chorros para recomponer el cuerpo, necesitaban distraer el ánimo para, de este modo, marchar curados física y espiritualmente y con deseos de volver a la Villa. El pueblo se estaba transformando en una bonita estación de verano. La temporada de las aguas empezaba oficialmente el 1 de julio, aunque muchos de los asiduos concurrentes a las burgas se adelantaban con el ansia de recuperar la salud, y empezaban a ocupar los balnearios, fondas, posadas y albergues de todo género.

Había con el Jardín una alternativa más para los agüistas, después de tomar las aguas en los balnearios, beber agua mineral en la fuente pública o Burga, y un vaso de leche de las burras que al lado del balneario Dávila se apostaban, atadas por sus dueñas a unas argollas, que como testigos del hecho todavía se conservan. Se tomaban las aguas por los bañistas, por lo común tres veces al día, la primera a las 6 o 7 de la mañana con la leche de burra que ordeñaban las aldeanas que esperaban a sus hidrópatas y madrugadores clientes; cada agüista tenía su burra y su aldeana predilecta. No todas las burras-nodrizas estaban lustrosas, robustas y bien alimentadas, por lo que era lógico que los bebedores tuvieran sus preferencias. Las expendedoras de la leche de burra debían obtener una certificación facultativa de que el animal estaba en condiciones de ser ordeñada y suministrar la leche en condiciones de limpieza e higiene, aunque no todas cumplían con las ordenanzas. Las burras de Caldas habían disfrutado y gozaban de merecida fama en el entorno, también como medio de transporte o para participar en carreras o concursos. En 1858, con motivo de la venida de los Reyes a Santiago, no hubo asientos en los coches, ni caballos suficientes para ir a ver a sus majestades y Caldas se quedó sin burras. Los marineros de las escuadras atracadas en la ría de Arosa las requerían para organizar carreras. Y en Caldas eran protagonistas con motivo de las carreras organizadas en las fiestas de San Roque.

“El Ayuntamiento -de Caldas de Reyes- acaba de hacer obras de grande consideración, estudiadas por el ilustrado arquitecto Sr. Sesmero, en la fuente pública de agua mineral, dándole una forma muy elegante y haciendo desaparecer por completo un estanque sucio que antes existía delante del manantial”, 7 de agosto de 1881, “El Correo Gallego”

Hasta la creación del Jardín los paseantes transitaban por las calles de la Villa, y por las carreteras de Pontevedra, Portas, Vilagarcía, Cesures para observar las bonitas vistas, y por la de Cuntis para acercarse hasta el salto de Segade y la fábrica de papel, prestando atención y evitando las molestias de los coches riperts; o se dirigían al espacioso salón del nuevo Casino, construído en 1880, donde mantenían reuniones diarias sumamente animadas; se entretenían en el agradable, pero más reducido, jardín de que disponía o asistían por la tarde-noche en el salón-teatro a alguna pieza lírico dramatica llevada a cabo, por ejemplo, por la compañía dramática que dirigía el Sr. Larripa o por la de D. Francisco Rodríguez y señora.

Se organizaban fiestas con redadas o pescatas, jornadas de pesca, en el río Umia en las que se invitaba a vecinos de la localidad y a agüistas y forasteros. En la que se celebró en octubre de 1884 se convidó a distinguidas señoritas y caballeros, como el poeta y periodista Nicolás Taboada Fernández, y el diputado y director de “Izquierda Dinástica” Joaquín González Fiori.

En el Casino se pudieron recibir lecciones de gimnasia y esgrima dadas por el gran deportista Attilio Pontanari, y asistir a algunos asaltos en los que tomaban parte conocidos aficionados. “En Caldas de Reyes se verificó un asalto a espada, sable y florete, organizado por el Sr. Pontanari. Tomaron parte en esta fiesta las hijas de este señor, señoritas Gloria y Eva”, se informó en la prensa.

Algunos, más inquietos, se desplazaban fuera de Caldas, a otras localidades, como los que fueron a Vigo en 1887 a presenciar el debut de la cantante lírica Bianca Donadio. Otra opción podía ser ir a la romería de Santa Xusta, juntándose los del pueblo con unos cuantos forasteros y organizando una cabalgata, en la que se divertían por el camino con las peripecias de las burras que montaban, y una vez llegados al destino se acercaban hasta la iglesia a observar a las endemoniadas gritando, dirigiendo a la Virgen palabras soeces y haciendo esfuerzos para echar el mal. Después los excursionistas disfrutaban de animada comida bajo la sombra de algún robledal, antes de volver a la Villa.

El 21.7.1887 se informaba en “Crónica de Pontevedra”: “Cada vez es mayor la afluencia de bañistas. El casino, los paseos, los balnearios, las calles y el jardín, han tomado otro aspecto con la mucha gente que por ellos discurre”.

En las fiestas de agosto, en honor de San Roque, gigantes y cabezudos, solemnes funciones religiosas, música popular, paseos, verbenas, fuegos de artificio, carreras de cintas, de burros, becerradas, iluminaciones, y cinematógrafo público, este último, ya entrados en el siglo XX.

“Hoy renace el buen humor y los salones del Casino se ven animados con la presencia de encantadoras niñas. Con tal motivo se baila, se ama y ¿quién sabe? quizá algún empedernido Tenorio se deje aprisionar en la red del amor. No desmayar, pues, que la cosecha se presenta buena”, 22.8.1897, “Fray Prudencio”.

En 1889 se creó en Caldas la sociedad del Liceo de Artesanos con objeto de retraer a algunas gentes de ciertos centros poco cultos, es decir de las tabernas y similares. Se tocaba música los jueves y domingos en los paseos. Con frecuencia se organizaban bailes, cacerías, pescatas y se surcaba el Umia en barcas corriente arriba.

“El aplaudido violinista Sr. Puga saldrá el miércoles con su cuarteto para los balnearios de Caldas y Cuntis, donde se propone dar algunos conciertos”, publicaba el “Diario de Pontevedra”, el 23.8.1891.

Al sexteto “Curros” de Santiago se le podía ver en Caldas con ocasión de alguna de las tournées que hacían por los balnearios de Galicia.

El afamado gaitero de Ventosela lució sus dotes de consumado maestro en Caldas, el 23 de agosto de 1897. Interpretó entre otros números los pasadobles “Cádiz” y “Entrada de Bilbao”. El público, que llenó el salón del Ayuntamiento, cuando el Sr. Juan Miguez dejó oir la alborada “Veiga” y los acordes de las muiñeiras “Alfonsina” y “Montero” le prodigó aplausos entusiastas hasta que el estampido de las últimas bombas anunció el término de la velada. Los precios fueron de cuatro reales la entrada con butaca, y dos reales la entrada general.

En el verano de 1901 estuvo varias semanas en Caldas otro gaitero menos conocido, Antonio González Silva, vestido con el traje carácterístico de la región, acompañado por un experto rapaz que tocaba el tamboril con tanta soltura y compás como el maestro la gaita. Era un gaitero con alma de artista “… cuando ejecuta la alborada de Veiga el limpio y suave raudal de notal murmuradoras que hace brotar del instrumento, revelan el alma del gaitero gallego, todo amor, todo pasión por la terriña”, “… el otro día al depositar un mantido la cadela en su montera, le murmuró: a nai que te pareu debía parir un cada día”, se relató en “Fray Prudencio”. Muchos años más tarde, en 1923, actuó en Caldas un muy afamado gaiteiro de Soutelo de Montes, en las fiestas de San Roque y en el homenaje al Presidente de la Diputación, José Echeverría que fue durante muchos años diputado provincial por Caldas.

José Salgado intervino activamente en el año 1884 en la iniciativa destinada a conseguir que el Ministerio de Fomento aprobara la necesaria subvención para la edificación de la Casa-Escuela de Caldas de Reis. Era una pretensión desde hacía años en Caldas la construcción de un espacioso edificio que, dotado de las condiciones higiénicas necesarias, sirviera para establecer las escuelas públicas de niños y niñas, incluso la de párvulos, dotándolo con habitaciones suficientes para los respectivos profesores.    

El ministro de Fomento Sr. Montero Ríos, antes de abandonar el Ministerio, en octubre de 1886, tomó un acuerdo sumamente conveniente para Caldas. Ordenó rehabilitar la subvención de 27.000 pesetas, que en 1884 se había concedido al Ayuntamiento para el Grupo Escolar, y el pago inmediato del primer plazo, por importe de 4.000 pesetas. El Ayuntamiento de Caldas había enviado al Ministerio de Fomento una solicitud en la que se pedía esa rehabilitación y remitido al efecto las certificaciones de subasta de las obras del Edificio-Escuela, que se pretendía fuera un verdadero modelo, así como la justificación de haber invertido en el mismo 8.000 pesetas.

Ese año 1886 se amplió la biblioteca concedida a la Escuela de Caldas y se le concedió una colección de láminas o estampas de la Calcografía Nacional, consistentes en copias de grabados o dibujos realizados por artistas españoles.

En octubre de 1887 fue nombrado D. José Salgado vocal de la Junta Provincial de Instrucción Pública de Pontevedra.

Caldas era en aquellos años uno de los municipios de Pontevedra que más dinero destinaba a satisfacer los sueldos de los maestros y maestras que prestaban servicio en sus escuelas de párvulos, creándose también una escuela nocturna y gratuita para adultos En el primer tercio del siglo XX se hicieron estadísticas de las que resultaban que el partido judicial de Caldas de Reis era el que menos índice de analfabetismo tenía de la provincia. La Asociación de Maestros de Caldas se regía por un Reglamento cuyo objeto era la ilustración mutua, con los medios que estaban a su alcance para lograrlo, permitiéndose las discusiones y las conferencias. Se podía trata sobre cualquier rama de ciencia con tal de que estuviera relacionada con la educación; no se excluía ni la religión ni la política. Algunos de los maestros destinados en Caldas fueron D.ª Filomena Porto Vázquez, esposa del poeta de Bemil José Rey González y madre de Jacobo Rey Porto, Ramona Cabanillas, José Soto Campos y Juan Piñeiro. Otro maestro merecedor de permanecer en el recuerdo de los caldenses que ejerció su profesión en Caldas fue el inteligente y laborioso profesor, amante del arte, de las ciencias y las letras, Manuel Martínez Martínez, el cual dio muestras de su entusiasmo y competencia en las escuelas de Caldas de Reis, en las que estuvo destinado desde 1888, después de superar una oposición convocada por el Patronato de la Fundación de la Escuela de Caldas, en la que el Tribunal estaba formado por los Directores de la Escuela Normal de Maestros Sres. Regueral y Encinas, el diputado provincial José Salgado, el párroco de la Villa y varios concejales. Los ejercicios de la oposición duraron tres horas, obteniendo D. Manuel la calificación de sobresaliente, por lo que se le otorgó la escuela. En 1908 la Junta Provincial de Instrucción Pública le distinguió con uno de los dos premios extraordinarios con medalla de oro que se concedieron entre los maestros de Pontevedra, por el celo con que atendió los trabajos escolares durante el curso, siendo su conducta profesional intachable. Falleció en Caldas en 1917. En 1880, había sido el fundador en la capital, Pontevedra, junto con Enrique García, de una “Escuela Froebel” en la que se aplicaban el sistema y métodos del pedagogo alemán Friedrich Froebel, “padre de la educación preescolar y los jardines de infancia”. Defendía que la educación debe servir para estimular la actividad del niño o de la niña que en edad infantil se manifiesta a través del juego.

El 5.2.1888 “El Magisterio Gallego” había informado a sus suscriptores, mayoritariamente maestros, sobre la oposición mencionada, que se iba a convocar en Caldas. La Escuela de Caldas, se decía, es una de las mejores de la provincia de Pontevedra. La población excede de 1.000 habitantes, tiene unas cuatrocientas casas de moderna construcción; se alude a las buenas comunicaciones de la Villa pronosticando que adquirirá más importancia cuando se construya el ferrocarril de Pontevedra a Vilagarcía; a sus establecimientos minerales de aguas y baños; a lo bien provista que está su plaza, muy abundante en legumbres, frutas, aves y pescado; a la existencia de un casino decorosamente amueblado, tres boticas y bastantes médicos. Las excursiones a los alrededores de Caldas, se añade, ofrecen muy variados puntos de vista y detalles encantadores. El Ayuntamiento de Caldas inaugurará en breve el edificio escolar dedicado a las escuelas completas de niños y niñas. Y se termina diciendo que el maestro que obtenga la escuela, por la oposición que se convocará en breve, puede tener por seguro que adquirirá no pequeña fortuna con su nombramiento. La plaza como hemos dicho la obtuvo el profesor Manuel Martínez.

Los Salgado, desde 1870, participaban en la política municipal y provincial -D. José como diputado provincial-, por lo que tomaron parte o influyeron en las decisiones tomadas por la Corporación Municipal, presidida por el Alcalde Antonio Román López, y en la Diputación, para que salieran adelante los proyectos que se ejecutaron en aquellos años. En el periódico “El Umia” de Caldas, que había iniciado su actividad informativa en junio de 1886, y que la desarrolló hasta septiembre de 1887, dirigido por Adolfo Mosquera, se publicaba, el 27 de agosto de 1886, que los señores Montero Ríos y Riestra, prebostes de la política en aquellos años, con gran poder e importancia política y económica en Galicia y España, dirigentes del partido liberal y conservador, respectivamente, acordaron que las candidaturas para Caldas, en las elecciones provinciales, fuesen para José Salgado y Felipe Ruza, a pesar de que días antes en ese mismo periódico se había dicho que “los Salgados no son ya santos en la devoción de Montero Ríos y quizá viceversa”.

El resultado del escrutinio de las elecciones provinciales celebradas en 1886 en cuanto al distrito electoral caldense fue el siguiente:

Publicado en “Crónica de Pontevedra” el 10.9.1886
El periódico de Adolfo Mosquera

El 22 de agosto de 1886 se lamentaban en “El Umia” de lo que iba a suponer a los caldenses hacer frente a los gastos que suponían las obras que se estaban llevando a cabo: “Las obras de las Casas-Escuelas adelantan y se acercan al fin, en compañía de las del Asilo … empezarán a devengar intereses los cuartos adelantados al Ayuntamiento por los contratistas … gime nuestro bolsillo … tenemos dos grandes edificios, un extensísimo jardín, y proyecto de fuente en Santa María … ¡qué será el momento en que repartan entre todos nosotros los réditos de tantos miles de pesos al 6 por cien y la amortización de miles de reales!”.

En la revista “El Magisterio Gallego”, de 15.9.1886, se criticaba duramente a Laureano Salgado con epítetos que años más tarde se repetirían frecuentemente en el periódico “La Democracia”, “… la villa de Caldas se halla actualmente bajo el poder de un Poncio que aunque no es pariente de Pilatos lo parece; el petite Bismarck como muy ridículamente se ha dado en llamar en aquél punto a cierto sujeto, que más le valiera estar ocupado en las tareas comerciales que en las políticas para las que no sirve ni poco ni mucho, trae transtornados a los pacíficos vecinos de Caldas, sobre los cuales ha caído un reparto de consumos, que es una gloria de Dios verlo”. En el mismo artículo se informaba y censuraba que el Alcalde de Caldas, A. Román López, hubiese mandado detener y llevar a la cárcel a D. Adolfo Mosquera, director de “El Umia”, “por hacer las cuentas claras”. La “Crónica de Pontevedra” había dicho, el 1.9.1886, que la detención del Director de “El Umia” no obedeció a causa política alguna, “fue más bien un asunto personal”.

“En la tarde de anteayer” se decía en “Crónica de Pontevedra”, el 6.7.1889, “se ha iniciado en el Asilo de Ancianos Pobres de la localidad de la villa de Caldas de Reyes un violento incendio siendo imposible de dominar el voraz elemento a pesar de los servicios prestados por el vecindario y la guardia civil. El edificio inaugurado hace poco ha sido reducido a cenizas. Afortunadamente no hubo que lamentar desgracias personales”. Los caldenses salvaron a los ancianos sacándolos por las ventanas y llevándolos a las escuelas públicas. Con rapidez se organizó una comisión para interesar al gobernador y a los diputados provinciales para que la Diputación concediera un auxilio para las obras de restauración; se recogieron firmas para hacer una petición de ayuda a la Reina Regente -S.M. aportó 500 pesetas-, a los Ayuntamientos del partido judicial y a las 100 parroquias de los cuatro arciprestazgos de la comarca. Desde que las llamas hicieron presa en el Asilo, consumiendo en pocos momentos la labor de largo tiempo, no se dieron punto de reposo los vecinos de la Villa para obtener recursos con que reedificar el edificio. Varias jóvenes de la localidad, con el cura párroco, el juez y algunas personas más, recorrieron las calles del pueblo solicitando de puerta en puerta el óbolo correspondiente, siendo el resultado bastante satisfactorio. Un grupo de jóvenes de Caldas colaboró, organizando un sexteto musical con el propósito de dar conciertos en Cuntis, A Estrada, Vilagarcía, Carril y Padrón cuyos beneficios se destinarían a la reedificación del Asilo. El “Diario de Pontevedra” en 26 de diciembre de 1889 daba la enhorabuena a los señores Salgado, Laureano y José, por el interés que habían puesto en la reparación del Asilo incendiado de Caldas de Reis, que es una de las obras más bellas de la villa, manifestaba el diario.

El Asilo se había construido con proyecto del arquitecto -con más precisión maestro de obras- Alejandro Rodríguez Sesmero. Fue un edificio de una única planta cuadrangular con un jardín delantero que se inauguró el 4 de septiembre de 1887, con asistencia del Arzobispo de Compostela, que aquellos días estaba haciendo uso de las salutíferas aguas caldenses, hospedado en la Casa de Baños de Dávila. La inversión total en el Asilo fue de 60.000 pesetas de las que la Diputación subvencionó con 25.000. En los años 50 y 70 del pasado siglo XX fue objeto de modificaciones.

El café Mariño a la izda., en el que se podía degustar un buen chocolate. El Asilo a la dcha.
Asilo de Ancianos en la década de los 60 del pasado siglo. A la derecha la pajarera al lado de la que el escritor Alvaro Cunqueiro observó, desde el Castromil que lo llevaba a Vigo, a una viejecita enana que junto con una mujer de barba rizada y negra que, asimismo, vió en Caldas, le hizo pensar que la Villa era un lugar apto para domiciliar cualquier cuento o fábula
El “Diario de Pontevedra”, en 22.8.1893, informó que en la “Gaceta” de Madrid, el antiguo Bol. Oficial, se anunciaba la subasta de las obras de las “Travesías” de Caldas

Enrique Galán se dedicó con ahínco a los estudios del proyecto de las Travesías de la Villa, remitiéndolos al Ministerio de Fomento para su aprobación en el mes de mayo de 1891.

La obra de las Travesías, que había sido subastada recientemente en el Ministerio de Fomento, fue cedida a Elisardo Domínguez, persona muy conocida y apreciada en aquella Villa, informó “La Gaceta de Galicia”, el 20.1.1894.

Hubo huelga de los canteros que en número de 200 trabajaban en las Travesías de Caldas. Se rebelaron contra la pretensión de que comenzaran el trabajo a las 5 de la mañana, en lugar de a las 6, tal como lo venían haciendo. De Santiago bajaron canteros con objeto de apoyar a sus compañeros. Temiendo que se alterara el orden se concentraron varias parejas de la guardia civil, “La Opinión” 8.4.1896.

Canteros en huelga los primeros días de abril de 1896

Con medio millón de reales se indemnizó a los propietarios de las fincas que fueron expropiadas con motivo de la relización de las Travesías, que cambiaría el aspecto vetusto de la población.

El Ayuntamiento de Caldas acordó en el año 1897 que la Travesía de Pontevedra a Santiago que pasa por la Villa llevase el nombre de Pedro María Sagasta.

El adoquinado de la Ferrería o Herrería no se pudo terminar hasta 1914, a pesar del problema que suponía, para los vecinos del barrio y para el tránsito obligado a la estación de ferrocarril, el tener que vadear el lodazal que se formaba en aquel lugar cuando llovía. Mientras duraron las obras de adoquinado de las Travesías los vehículos tuvieron que atravesar Caldas por la calle Real.

Un bañista escribía sobre Caldas de Reis en “El Eco de Galicia”, el 29 de agosto de 1900: “Ningún pueblo del interior de Galicia ha progresado tanto como éste. Emplazado entre feracísimas –fértiles- vegas, cruzado por tres ríos y cinco carreteras, próximo a Villagarcía y Pontevedra, con luz eléctrica y un frondoso jardín público, remozado por dos anchurosas travesías, con una población fabril nacional y extranjera aportada por la Azucarera Gallega en construcción; con cuatro animadísimos mercados y ferias mensuales; con sus hospitalarios habitantes, cómodas hospederías, sabroso pan, sustanciosas jaleas, afamadas cocineras y frecuentes romerías … tiene esta privilegiada villa inmejorables condiciones para hacer agradable la visita del forastero. Sólo una cosa se ha estacionado aquí y es -¡apena confesarlo!- la principal industria del pueblo, la de sus aguas minerales que le han prestado el nombre de pila. No hace muchos decenios estos balnearios eclipsaban por su concurrencia a todos los de Galicia … pero desde que los propietarios emprendedores e inteligentes rehicieron otros establecimientos, apenas conocidos hace una veintena de años, ofreciendo al público … balnearios completamente transformados … empezó a decrecer la concurrencia a Caldas … este pueblo necesita reconstruir sus balnearios en aceptables condiciones”.

Un visitante de Caldas, en el verano de 1906, describía en “La Correspondencia Gallega” los cambios que había observado: “Llegar a Caldas por los años 60 y 70 y tantos -del siglo XIX- a beber las aguas de la “Villa”, tan eficaces para los catarros bronquiales; o para tomar los baños de “Acuña” -o Dávila, se ha de añadir-, tan sedantes del sistema nervioso, parar en alguna de las casas, que en el verano recibían huéspedes; dar vueltas por la calle Real, observar la Torre de Doña Urraca; admirar el templo románico de Santa María; y tomar el tiento a la jalea de Quintela -establecimiento de dulces en el que se elaboraba jalea de guindas, de ciruela y de manzana, que se vendía a cuatro reales la caja de cuatro libras en el año 1875, en el que se presentó la jalea de Quintela en la Exposición Regional de Santiago- o a los fanchucos de la Racha -piezas de pan elaborados con manteca de textura y sabor delicado-, eran estos los únicos placeres y especiales entretenimientos de que en las horas muertas disponían los agüistas y bañistas forasteros”.

“Hoy en Caldas, ya, hay que pararse un poco … y merece que el observador se de cuenta como un pueblo fue creciendo…y ensanchándose hasta formar una bonita e interesante población con su magnífico y pintoresco campo de feria, cubierto de protectora y abundante sombra, que le proporciona el bien cuidado arbolado, los amplios y poblados jardines, que a su lado y limitando el río sirven de centro de reunión, y plácido descanso en verano a todo el pueblo; y contiguo a estos jardines el moderno asilo de ancianos desamparados, construído a expensas de generosos vecinos de Caldas, con pequeño auxilio de los erarios públicos; el severo y suntuoso templo de Santo Tomás, levantado hace poco que forma el eje de la magnífica plaza de Martín Herrrera, y los cruces de multitud de carreteras y travesías, que remozando al vetusto Caldas, facilitaron las comunicaciones con el interior y con los puertos; y la fábrica de electricidad que aprovechando magníficas cascadas acumula potente energía para dar luz a 8 o 10 pueblos”.

 “A todo esto hay que agregar hermosos, cómodos y elegantes edificios que se han levantado en Caldas; la profusión de comercios que se han abierto; y en una palabra Caldas de ayer, no es Caldas de hoy ¿A quién se debe este crecimiento? ¿Qué apoyo ha tenido para realizar empresa tan difícil, en estos tiempos que todo se hace por la recomendación, el compadrazgo y el caciquismo? Yo no puedo contestar a estas preguntas. De Caldas han salido muchos hombres notables: Alejandro Castro, ministro de Estado -diputado en las Cortes por Caldas-, los Colmeiros, catedráticos de la Central y eminentes sabios, D. Pedro Mateo Sagasta y su hijo Bernardo, representantes de Caldas en el Congreso; todos estos y muchos más, han levantado a este pueblo, empujándolo”.

“¿Quién sirvió de intermediario entre el pueblo y los protectores? Tampoco lo sé; oigo a veces sonar el nombre de los Salgados; y me consta que son ellos los genios del bien, que batiendo sus alas sobre Caldas querían preservarla de las influencias maléficas; porque es verdad que los Salgado trabajaron con muchísimo interés por su pueblo … Caldas, Villagarcía, la provincia de Pontevedra y Galicia entera, grabarán con letras de oro el nombre de Laureano Salgado, entusiasta gallego que da impulso a muchas y grandes empresas, cuyos beneficios han quedado en Galicia, dejando huella indeleble de bienestar y progreso”.

El narrador termina con la referencia a uno de esos elegantes edificios construídos en la población a principios del siglo XX: “Hay más, apareció otro genio a lo Salgado; el entusiasta hijo de Caldas Elisardo Domínguez que fue acumulando un capital que quiere enterrar en su pueblo, resurgiendo el antiguo y viejo caserón de los baños de Acuña, que ha convertido en hermosísima estación balnearia, una de las mejores de Galicia, y quizás de las primeras de España, cimentando sobre ruinas el magnífico Hotel Acuña, que estaba en el mismo estado que cuando lo arregló el obispo de quien lleva su nombre, siendo diseñado por el arquitecto Jenaro de la Fuente Domínguez e interpretado su proyecto por los hábiles maestros Durán, Fariña y Alvarez que tuvieron a su cargo las obras de cantería, carpintería y albañilería, bajo la dirección de su propietario. Inaugurado el edificio el 1 de julio de 1906, con presencia del catedrático, Salvador Cabeza de León, el periodista Javier Valcarce Ocampo, el fotógrafo Adolfo Vázquez, y representantes, de otros periódicos incluído “La Democracia” de Caldas, y de todas las clases sociales, con seis pisos, terraza, restaurant, teatro, billares, salón de lectura y habitaciones equipadas con mobiliario construido en los talleres del Sr. Garayo de Vitoria, con todo confort para 100 huéspedes, además de preparar el departamento de baños y aguas con toda clase de adelantos que la higiene moderna y el lujo exigen y aconsejan”. “En este hotel de mi amigo Elisardo me detuve a almorzar … me sirvieron un bien dispuesto menú, que nada tenía que envidiar a las listas de Lardhy y de Pecastin; tomé café verdad, como los vinos que me sirvieron, y mis comensales se preguntaban ¿Va usted a ver a Bernardo –Sagasta- o a Augusto -González Besada-? Y yo que era de estos últimos dije para mí: mientras unos vienen al Salgado -aliado de Sagasta- de la Rioja, otros vamos al Valdemosa de Modesto -Martínez, amigo y correligionario de Besada-”. En la primavera de ese año 1906 había estado examinando las conocidas y elogiadas aguas del balneario el distinguido catedrático de análisis químico de la facutad de Farmacia de la Universidad Central, D. José Casares Gil.

En cuanto al balneario Dávila, sus dueños Román Paz y su hermana, hicieron cambios en el verano de 1882, trayendo del extranjero aparatos hidroterápicos para duchas variadas, inhalaciones, chorros y pulverizaciones, montados provisionalmente por el Director D. Enrique Sanz de la Rubia dado que la estación se hallaba avanzada. Vistos los comentarios, antes expuestos, realizados por el bañista, quedaron decadentes con los años, y en el verano de 1897 el propietario del establecimiento David Legerén se propuso introducir nuevas mejoras encomendando al arquitecto de Vigo Jenaro de la Fuente el plano de las reformas. Emprendió el buen camino D. David construyendo una amplia galería de baños, con bañaderas de mármol y conglomerado, y perfeccionando el servicio hidráulico. También proyectó reformar por completo las secciones de duchas, inhalaciones y pulverización, y edificar en la huerta un pabellón para salón de fiestas.

La celebridad de las aguas de Caldas y la mucha concurrencia que a ellas acudía, en la primera mitad del siglo XIX, habían movido al Doctor Antonio Casares, catedrático en Santiago, a analizarlas en el año 1837 y a repetir ensayo en 1842, observando que las aguas, que nacen a orillas del río Umia, con el cual no tienen comunicación, tenían una temperatura constante, que en alguna de sus fuentes era de 46º, y que su olor era ligeramente sulfuroso -siendo muy corta la cantidad de sulfuro disuelta en ellas-, su sabor casi nulo. Los ensayos que hizo D. Antonio con el sulfhidómetro indicaron que en 10 libras de agua mineral, poco más había que un décimo de grano de azufre.

La placidez de la vida en los balnearios de Caldas, a veces, se veía interrumpida por algún suceso, que, como en los supuestos que se van a narrar, serviría de comidilla unos cuantos días a los agüistas, y para recordar los veranos siguientes.

A Ezequiel Ordoñez, diputado y años después senador vitalicio, le fueron sustraídas 6.000 pesetas en billetes de Banco, siendo detenidos por dicha causa tres camareros del establecimiento balneario, informó “La Gaceta de Galicia”, el 7.8.1890.

El 7.9.1902 se comentaba en “La Idea Moderna”: “En Caldas ha ocurrido una sensible desgracia del que solo puede culparse a la víctima. Llegó a aquellas aguas un individuo al que el médico le recetó siete baños. El tiempo que habría de durar cada uno de ellos, según la prescripción médica era de dos minutos. El desdichado juzgó más ejecutivo tomar los siete baños juntos, y se administró uno de catorce minutos que le ocasionó la muerte a los pocos minutos de salir”.

El “Diario de Pontevedra” con el siguiente título informó, a finales de agosto de 1906, de lo ocurrido en el balneario Dávila, “Aventuras de unas sortijas. San Antonio en figura de guardia civil. Un síncope inoportuno”. Una señora de Vigo notó a las nueve de la mañana, con el disgusto consiguiente, la pérdida de cinco sortijas de oro con brillantes, lo que hizo público para que se realizaran las averiguaciones oportunas, que terminaron sin resultado alguno. Era indudable que alguien se había apoderado de ellas, por descuido de la propietaria de las alhajas. Visto que no aparecían se dio parte a la guardia civil, pensando que era más práctica la denuncia, para hallar las cosas perdidas, que encomendarse a San Antonio. A eso de las cinco de la tarde, sin intervención del Santo de Padua el milagro se había producido. Las joyas estaban en poder de un prójimo, vecino de Santa Eugenia de Riveira, que se hallaba de veraneo por la villa de D.ª Urraca. Interrogado por los guardias dio la curiosa explicación siguiente. Dijo que se hallaba tomando un baño en el balneario cuando aparecieron ante su vista las consabidas alhajas. Las cogió para averiguar quién era su dueño y entregárselas, pero la fatalidad hizo que al bañista, de repente, le acometiera un síncope, no se sabe si por la emoción del hallazgo, por la frescura del baño, o por otra frescura diferente. El caso es que el hombre tardó en volver en sí, y tuvieron que llevarlo en brazos a la posada, según él contó. Lo que tardó en volver en sí no se sabe. Lo cierto es que las alhajas no se recuperaron hasta que la benemérita no se presentó en la posada ante “el del síncope”.

No faltó tampoco el bañista, hábil carterista, que con vocación de ladrón de la alta sociedad y revólver oculto, se hizo pasar por persona relevante, haciendo ostentación de dinero y ser sobrino del afamado pintor José Villegas, trabando amistad con la colonia veraniega, captando sus simpatías por ser amante cultivador de todos los deportes, por su cultura, conversación amena, distinción y elegancia que demostraba cambiándose varias veces al día de trajes, hasta que fue sorprendido intentando abrir la habitación de otro bañista, no con sanas intenciones.

Además de con balnearios Caldas contaba con el estupendo río Umia para bañarse y refrescarse en verano. Había la costumbre de ir a tomar el baño al inmediato lugar de Segad. Un vecino reclamó en “La Correspondencia Gallega” la instalación de las correspondientes casetas que sirvieran para guardar la ropa y hacer de tocador. Las personas que concurren a dicho punto, decía, se ven precisadas a cambiarse de ropa a la intemperie, resultando un tanto vergonzoso, pues si bien es verdad que ponen todos los sentidos en ocultarse detrás de los matorrales que allí existen, no obstante siempre se les divisa y no faltan cínicos y mozalbetes que se prestan a desempeñar el osado papel de internarse donde acostumbra a bañarse el sexo femenino; atrevimiento que por ser inmoral debe castigarse con mano dura, pues es tristísimo y vergonzoso ver tal espectáculo. Terminaba el comunicante solicitando al Ayuntamiento que, dado que estaban en plena temporada, tomara cartas para resolver el asunto. En Pontevedra capital tampoco tenían casetas junto al río, lo que había, según queja de una mujer en el verano de 1887, era exceso de guardias municipales paseando tranquilamente por delante del lugar en que se desnudaban las mujeres, cuando lo que procedía era que hubiera un solo guardia que se colocase a “honesta distancia”, y que los demás se fueran a otros lugares, por ejemplo a reconvenir a los vecinos que vaciaban por la ventana las tinas de agua de fregar, con el consiguiente riesgo de bautizo de agua sucia al que por allí pasara.

Caldas se convirtió a principios de siglo XX “en una estación termal de bastante renombre, una Baden-Baden para la burguesía gallega; un lugar de reposo y meditación para senadores vitalicios y académicos de Ciencias Morales y Políticas” –Borobó-.

Entre los bañistas que disfrutaron de los balnearios de Caldas de Reis en el siglo XIX y primera mitad del siglo XX, encontramos gentes de toda clase y condición. Desde personas en buena situación económica, que se podían permitir una temporada de descanso en la Villa, entre las que podía estar una pareja recién casada que fuera a Caldas a pasar su luna de miel, hasta la persona humilde que conseguía reunir las pesetas necesarias para dedicar unos días al ocio y a la cura o remedio de sus padecimientos. En las estadísticas de bañistas asistentes a los balnearios se distinguía entre los de clase acomodada, los de clase de pobres y los de clase de tropa. En el Resumen Estadístico publicado por el Gobierno en 1897, redactado por Marcial Taboada y Mariano Carretero, se informó que, según los datos contabilizados, aquel año fueron a Caldas principalmente enfermos reumáticos, y que las mujeres acudieron a los balnearios de la Villa con preferencia respecto al resto de balnearios gallegos.

En enero de 1901 pasó por Caldas y recompuso su castigado cuerpo con las aguas termales de la fuente pública el aventurero y bohemio Emilio Ruelle, un francés con barba canosa y carácter simpático, alegre y charlatán que se expresaba bastante bien en castellano. Venía dando la vuelta al mundo desde 1895, a pié y sin dinero; portaba un voluminoso cuaderno que contenía poesías, pensamientos y salutaciones de los escritores y poetas de las localidades por las que pasaba. De un momento entretenido disfrutaron los que tuvieron la ocasión de escuchar algunas de sus experiencias. De Caldas se fue para Vilagarcía y Pontevedra, y Tui era el último punto de Galicia que tenía intención de visitar.

Entre los agüistas de clase acomodada que vinieron a Caldas podemos citar a distintos representantes de la jerarquía eclesiástica, como el Nuncio de Su Santidad, Monseñor Serafino Cretoni en 1896, los Arzobispos de Santiago Excmos. Prelados: Victoriano Guisasola Rodríguez, con el que coincidió el obispo de Mondoñedo; Martín Herrera; Julián de Diego; y García Alcolea, que iba desde Lestrove a tomar las tandas de agua. Asimismo el Arzobispo P. Zacarías, que en el verano del año en el que se le nombró para el cargo, 1928, fue en su automóvil a tomar las aguas a Caldas, durante quince días seguidos, haciendo a la vuelta parada en el mencionado Lestrove, y Fernando Quiroga Palacios estuvo, al menos en 1953, para la cura de aguas en el Acuña. En su publicidad el balneario Dávila anunciaba que era el balneario utilizado por el Prelado de Compostela. También estuvieron un Obispo como Leopoldo Eijo Garay; un canónigo, como el estradense Ramiro Ciorraga Soto, acompañante de Martín Herrera (y cuñado del médico caldense, Sátiro Bayón, por escaso tiempo, porque enviudó de su esposa Dolores al poco tiempo de la boda); el Prior de la Colegiata de Vigo, Faustino Ande; el Rector del Seminario de Santiago Emilio Macía Ares; el cura de Beiro, Basilio Alvarez, líder carismático del movimiento agrario gallego; el confesor de la catedral de Santiago, Santiago Puelles; el canónigo y escritor Andrés Alonso Polo; un simple párroco o sacerdote, como Antonio María Placer Bustabad, que dejó de existir precisamente cuando estaba pasando una temporada en Caldas. Algunos llegaban a Caldas extremadamente delicados de salud, puestas las esperanzas de recuperarse en sus salutíferas aguas, no pudiendo evitar el triste desenlace en la misma Villa o poco tiempos después de haberla abandonado.

Con objeto de tomar las medicinales aguas pasaron por los balnearios caldenses numerosos políticos. Un Jefe de Gobierno, como el general Primo de Rivera, acompañado por el ministro Galo Ponte; los destacados políticos gallegos Eugenio Montero Ríos, que cuando empeoraba del reuma buscaba alivio en los balnearios de Caldas o Cuntis, y Manuel Portela Valladares; asimismo ministros como José Arias Uría, a primeros de septiembre de 1857; como Augusto González Besada, habitual usuario de las aguas durante muchas temporadas, que en 1907 le sirvieron como pretexto para no acudir a un Certamen que tenía lugar en Pontevedra, presidido por el destacado político José Canalejas; o Leonardo Rodríguez Díaz, a finales del siglo citado y principios del siguiente; un Subsecretario; un alto cargo de la Administración; un diputado como Alejandro Mon y Landa o Isidoro Bugallal de Ponteareas, o José Gasset y Cinchilla, hijo del director de el “Imparcial” y tío del filósofo Jose Ortega y Gasset; un senador como el pontevedrés Senén Canido Pardo; un gobernador civil, como el de Pontevedra, sobre el que el diario “La Actualidad” comentó con reproche, el 20.8.1895, que “a algunos las aguas termales los relajaban en demasía”, “el gobernador civil –se escribió- se pasea y regocija, tranquilo e indiferente a todo, en el balneario de Caldas, satisfecho sin duda … mientras tiene sin resolver el conflicto obrero suscitado en la construcción del Puente de la Barca, a la entrada de Pontevedra”. El mismo diario denunció, el 30.7.1895, al Alcalde de Redondela, por salir con frecuencia de su distrito y haber ido el día anterior a tomar las aguas a Caldas sin comunicárselo al primer teniente, con lo que el pueblo quedaba sin autoridad gubernativa. Al político y escritor Alfredo García Ramos le llegó el final de sus días durante su estancia veraniega en Caldas. A miembros de la judicatura, como el magistrado del Tribunal Supremo Ricardo Gullón, se les podía ver también tomando las aguas.

El 27.9.1909 la “Gaceta de Galicia” daba cuenta de una interesante conferencia, en uno de los balnearios de Caldas, entre el el Ministro de Instrucción Pública, Sr. Rodríguez San Pedro y el director del diario “La Marina” de la Habana, en la que defendían posturas discrepantes sobre lo que procedía hacer respecto del pago de la deuda que Cuba tenía con España.

Militares de distintas armas y graduaciones, acudían a tomar las aguas, como el General del Cuerpo de Ingenieros de la Armada Hilario Nava y Cabeda que estuvo en octubre de 1889, y falleció un par de meses más tarde siendo Capitán General de Ferrol; algunos iban tratando de buscar un último remedio en las aguas termales de Caldas. También pasaron por la Villa el Capitán General de Galicia Francisco Gamarra y Gutiérrez, el Inspector-médico militar, Senador del Reino y diputado por Lalín, Justo Martínez Martínez (hermano político del caldense Fermín Mosquera, que se acercaba a Caldas para la cura de aguas, saludar a su hermana y mostrar un magnífico reloj con la estrella solitaria en la tapa que se había traído de Cuba, junto con cartas y uniformes, pertenecientes a distintos jefes insurrectos de la isla); los Vicealmirantes de la Armada, Alejandro Arias-Salgado y Trelles, Enríquez Loño, el también Vicealmirante Antonio Roji de Echenique, el Intendente de Marina y escritor Leandro Saralegui, el Contador de Navío de Primera, Hermenegildo Franco, de Ferrol, que en aquel momento no podía imaginar la que iba a liar, treinta y seis años más tarde, Francisco Franco, sobrino nieto suyo; el capitán Sanjurjo, más tarde general, hizo una breve parada solo para cenar, en el Hotel Acuña, una noche veraniega de 1910 o 1911, después de descender del tren en la estación de Portas, o el ferrolano teniente de artillería, José Galán, para restablecerse de las heridas que sufrió en 1921, en un ataque de los moros en Sidi Dris –Marruecos-, y que, aún herido en la camilla, siguió dirigiendo la puntería de las piezas sobre el enemigo.

Miembros de la nobleza, como el Marqués de Riestra, la Condesa de Bugallal o los señores Jaspe, del pazo de Barallobre, etc., distintos integrantes de la burguesía gallega y española, comerciantes, profesionales, funcionarios, empresarios más o menos importantes, se podían ver en los balnearios de la Villa como los coruñeses Manuel Otero Bárcena -con sus hijas Conchita, Isabelita y Antoñita y su sobrino Joaquín Otero Goyanes- y Dionisio Tejero Pérez, Presidente del Banco de A Coruña, el tenedor de libros de la Casa “Hijos de Simeón García y Cía”, Juan Daviña Trasmonte; Angela Laforet y Josefa Cividanes, en 1900, madre y abuela del que fue en 1937 Juez Instructor contra la masonería en Galicia en 1937, Angel Colmeiro Laforet; rectores y catedráticos de Universidad -como Luis Blanco Rivero, Jacobo Gil Villanueva, José González Salgado, o Perfecto Conde Fernández, de Santiago, que cuando estuvo en Caldas en septiembre de 1903, estaba enfermo “de algún cuidado”-; Emilio Mendez Brandón, presidente de la Real Sociedad de Amigos del País de Santiago y del Club Velocipedista de la misma ciudad; Heliodoro Gallego, director de la Escuela de Artes y oficios de la ciudad referida, o un historiador como Rafael Altamira y Crevea, con su cuidada barba; un farmacéutico como el Sr. Bescansa de Santiago; un médico, como José Casal Lois, autor de una “Colección de Cantares Gallegos” y Vicepresidente de la Sociedad Arqueológica de Pontevedra, o el también galeno de Santiago, Angel Baltar; escritores como Rosalía de Castro y Manuel Murguía, Isidoro Bugallal, el orensano Benito Fernández Alonso, los inspirados poetas Alfredo Vicenti y Benito Losada Astray, el distinguido escritor Manuel Lugrís Freire, residente en A Coruña o José Trapero Pardo, cronista oficial de Lugo, que acudía todos los veranos a Caldas a hacer cura de aguas; el pintor Ovidio Murguía, y el vigués Martín Echegaray García, hijo del propietario de la isla de Toralla en la ría de Vigo que aprovechó su estancia en Caldas para pintar paisajes de los alrededores, la cascada de Segad, el lugar de Portugalete y un cuadro con la vista del pueblo. Cuando iba a la Villa el reputado artista pontevedrés Adolfo Vázquez tenían los vecinos y veraneantes oportunidad de obtener pinturas al óleo, retratos a lápiz y fotografías. Hasta distinguidos actores y actrices, como María Guerrero y su marido Fernando Díaz de Mendoza, abuelos del también actor Fernando Fernán Gómez, acudieron a Caldas para descansar de las representaciones teatrales que protagonizaban.

Una muestra de las personalidades que se podía encontrar uno en Caldas es la noticia publicada por el “Diario de Pontevedra”, el 13 de septiembre de 1897, en la que se informaba: “ayer pasaron el día en Caldas, con objeto de saludar al distinguido hacendista gallego Joaquín Díaz de Rábago -expresidente de la Real Sociedad de Amigos del País de Santiago-, cuyo estado era bastante delicado y se encontraba haciendo cura de aguas, los señores Montero Ríos -ministro con varios gobiernos y presidente del Consejo de Ministros, destacado jurista-, Eduardo Vincenti -diputado y futuro alcalde de Madrid-, José Mª Riestra López -el Marqués de Riestra, uno de los hombres más ricos de España-, Augusto González Besada -futuro ministro en varias oportunidades-, el reputado galeno Joaquín Temes Trujeda y Antonio Vázquez Limeses -diputado y exalcalde de Pontevedra-“.

Con las actuaciones habidas en Caldas a finales del siglo XIX y principios del XX en el Parque-Jardín, Carballeira, la Feria-Mercado, Escuelas, Asilo de Ancianos, mejora de las travesías y caminos que comunicaban Caldas con otras poblaciones; con el ensanchamiento del puente de la Herrería, la construcción del nuevo templo, las mejoras en el balneario Dávila, la profunda renovación del balneario Acuña, la construcción de nuevos edificios, como la casa de Laureano Salgado, la instalación de fábrica de la luz en Segad, y otros negocios, junto con la llegada del ferrocarril a Portas, la construcción de la Azucarera Gallega -aunque esta fracasara en pocos años- etc., se daba un fuerte impulso para que Caldas entrara en la modernidad.   

Croquis de lo que era la Villa de Caldas en mayo de 1812. De izda. a dcha. se observan el camino a Pontevedra y Vilagarcía, Santa María, el río Umia, la rúa Real, Santo Tomás, el río Bermaña, San Roque y Outeiro
Plano de Caldas de Reis en 1928
Vista general del centro de Caldas

El desarrollo de la Villa caldense en el tránsito del siglo XIX al XX dio lugar a una conveniente publicidad en prensa para dar a conocer los distintos productos y servicios: 

Otras actividades, empresas, y negocios, en Caldas en el primer tercio del siglo XX:

Un comentario en “José Salgado / La Casa Escuela, el Asilo de Ancianos, el Parque Jardín, el Campo de la Feria o Carballeira, las Travesías, mejoras en los Balnearios y concurrencia diversa a los mismos; ocio, desarrollo y progreso en Caldas. Publicidad en la prensa de los negocios o empresas de la Villa

  1. Pingback: El Asilo de Caldas – Caldas de Reis: Los hermanos Salgado y M. Murguía

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