LA AMARGA Y BREVE EXPERIENCIA DE LA FÁBRICA DE AZÚCAR DE PORTAS

Una de las grandes iniciativas industriales de capitalistas gallegos, en la Galicia de principios del siglo XX, fue la construcción de la Fábrica de Azúcar de Portas. España había quedado desabastecida de azúcar, a raíz de la pérdida de Cuba, tras la guerra de España con Estados Unidos en 1898. El Gobierno fomentó la producción de remolacha y la instalación de fábricas azucareras, lo que dio lugar en España a una expansión descontrolada del cultivo del tubérculo y a la multiplicación del número de refinerías. Dos de ellas se situaron en Galicia, una en Portas y otra en Iria-Padrón.

Las fábricas de remolacha que se construyeron en Portas y Padrón en los años de cambio de siglo fueron durante el breve tiempo que se mantuvieron activas las más importantes empresas privadas gallegas de su época. Ambas activaron la economía de la comarca

El Diario de Pontevedra informaba, el 21 de enero de 1899, que se había visto en Pontevedra capital una comisión compuesta de un ingeniero alemán, del banquero de Lugo Sr. Ramón N. Soler, de Laureano Salgado de Caldas, de los señores banqueros Pastor y Dalmau de la Coruña, y de otros varios capitalistas de la región gallega, que traían la misión de elegir una zona de terreno apropiada para la instalación de una fábrica de remolacha en esta provincia. En la tarde del mismo día la comisión partió para Caldas y Portas, donde se proponía continuar  los estudios.

Se había encargado a Roque Carús, un médico con vocación científica, un estudio, en el que concluyó, después de haber comprobado satisfactoriamente ensayos efectuados en Vilagarcía, que el suelo y el clima de algunas comarcas gallegas eran adecuados para el cultivo de la remolacha azucarera.

La sociedad Azucarera Gallega de Portas se constituyó en la Coruña, el 19 de febrero del año 1899, con un capital de 3.500.000 de pesetas. El Consejo de Administración estaba constituído por el presidente Ricardo Rodríguez Pastor, del Banco “Sobrinos de José Pastor”, los vocales señores José M. González, Ricardo Silveira, presidente  de la Cámara de Comercio de A Coruña, Manuel López Rodríguez, Evaristo Babé, exalcalde de A Coruña, Luciano Marchesi Buhigas, Andrés García Taboada, indiano y acaudalado propietario de Puentedeume,, Ulpiano Sánchez, y el caldense Laureano Salgado.

El proyecto llevado a cabo fue mirado como ejemplo de iniciativa empresarial desde otros lugares cercanos. Así el insigne escritor galleguista, natural de A Estrada, Waldo A. Insúa manifestaba ¿Por qué los estradenses no se asocian, no unen sus fuerzas disgregadas para hacerse dueños de una gran fuerza, y no emprenden la construcción de otra fábrica de azúcar, como la de Portas?

La inauguración oficial de las obras, con la colocación de la primera piedra, tuvo lugar el 4 de junio de 1899 con presencia de autoridades de toda la región.

Ese verano los agüistas de los balnearios de Caldas tuvieron buenos ratos de distracción contemplando las obras de la Azucarera.

Se publicaron anuncios en la prensa en los que se decía que se admitían toda clase de trabajadores para la construcción de la fábrica, en cuyas obras habría trabajo para un año cuando menos.

Se trajo importante carga de ladrillo para la construcción de la Azucarera en vapores que fondearon en Carril. También se descubrieron unas vetas de excelente barro para la fabricación de ladrillo, en las excavaciones hechas para la cimentación de los edificios de la fábrica. Se realizaron ensayos con buen resultado, por lo que la dirección de la fábrica proyectó traer una cuadrilla de operarios prácticos en la confección de ladrillos.

En las obras de la Azucarera hubo algunos incidentes y accidentes. El más grave fue el que ocurrió al procederse a colocar una viga en la techumbre, que se vino al suelo cayendo sobre la cabeza del ingeniero que en aquel momento se encargaba de las obras, Herr Emilio Jurgues, de nacionalidad alemana, quedando en tal estado que falleció a la media hora, siendo enterrado en Caldas.

Fue concedida en diciembre 1899, a la sociedad La Azucarera Gallega, autorización para establecer un ramal de vía de ferrocarril para enlace entre la fábrica de azúcar de remolacha y la estación ferroviaria de Portas, y en enero de 1900 se obtuvo autorización para aprovechar cien litros de agua por segundo, del río Chaín, para abastecimiento de la fábrica.

“Dicen de Caldas -recoge “La Correspondencia Gallega”, el 24.2.1900- que el grandioso edificio de la Azucarera, próximo a terminarse, tiene más dimensiones que ninguno de los construídos en otras regiones de España, pudiendo llamarse la reina en los de su clase”.

“La chimenea tiene una altura de 65 metros, y un diámetro interior de tres metros; la torre de filtraciones 27 metros. La cimentación tiene por término medio cuatro metros de profundidad, y seis y medio en muchas partes; en los cimientos se han invertido más de 500 barricas de cemento. El perímetro de la fábrica es un rectángulo de 95 de longitud por 20 de ancho, los muros tienen una altura media de 15 metros, sin contar las casas para bombas; las máquinas elevarán 6.000 litros de agua por minuto. Cada una de las calderas pesa 15 toneladas. Los hornos de cal, las oficinas para la dirección y los laboratorios son todos muy espaciosos” describía la prensa.

A finales de marzo de 1900 vinieron de Alemania, un ingeniero y varios operarios mecánicos a montar la maquinaria. A principios del mes de mayo las obras de cantería de la fábrica estaban a punto de terminarse y se encontraba muy adelantada la instalación de la maquinaria. Ese mismo mes se reanudaron las obras de la gran chimenea que se habían interrumpido por falta de material. En el mes de junio llegaron seis calderas aljibes con destino a la fábrica. Y en julio en el Arzobispado de Santiago hacían planes para ir a Portas con objeto de bendecir solemnemente la Azucarera.

En la empresa de José Alemparte, de Carril, se hicieron columnas de una sola pieza destinadas a las edificaciones de la Azucarera.

 Las obras ejecutadas de más importancia fueron un túnel de treinta metros de largo que atravesaba el edificio, desde el pozo que había de alimentar de agua a la fábrica hasta la casa de bombas. Este túnel fue bautizado por los trabajadores con el nombre de “Calvario”, por las dificultades que tuvieron para su construcción. También la colosal y extraordinaria chimenea ya mencionada, un gran pozo de trece metros de profundidad por seis de diámetro que apellidaron los obreros como “La Plaza de Toros” por sus grandes dimensiones y la torre de filtraciones.

La “Gaceta de Galicia” informó el 23.9.1900 “Fueron desembarcadas del vapor “Campeador” siete calderas que vienen destinadas a la fábrica de Azúcar de Caldas. Del buque pasaron directamente a los vagones de ferrocarril en que han de ser conducidas a dicha fábrica”.

El 20 de octubre de 1900, a los 16 meses del inicio de la construcción de la fábrica, comenzó a funcionar la fábrica de azúcar. La maquinaria funcionó con toda precisión sin tener que hacer la más ligera rectificación, no obstante su magnitud y complejidad. En dos horas de trabajo se producía un azúcar exquisito.

Los asistentes a esa puesta en funcionamiento pudieron ver cómo giraban tanta y tanta rueda con el auxilio del vapor, ejecutando automáticamente todas las operaciones necesarias para convertir en azúcar la raíz de la remolacha. Desde el acarreo de ésta, hacinada en silos, el lavado y triturado, la transformación en pasta mediante una prensa, su purificación con cal y otros productos, y la evaporación del líquido hasta convertirla en piedra de azúcar seco.

El aspecto que presentaba el interior del edificio de la fábrica era grandioso con el gran número de motores, máquinas y ruedas existentes. El ruido que se producía con el movimiento de todo ello era ensordecedor y llamaba la atención de los visitantes de aquellas tranquilas comarcas.

Por la noche la fábrica presentaba un aspecto llamativo y fantástico, por la multitud de luces que brillaban a través de sus cien ventanas, de gran tamaño algunas, y por los cuatro arcos voltaicos, situados en los diversos costados del edificio, que esparcían su potente luz en todo aquel entorno.

Una vez puesta en funcionamiento la fábrica de azúcar tuvo muchos visitantes que quisieron conocerla.

La empresa expidió una circular anunciando a los cultivadores de remolacha, que tuvieran contrato con la Azucarera, que se había acordado la recolección dentro del mes corriente. Los jefes de todas las estaciones de ferrocarril de Santiago a Pontevedra tuvieron autorización para pesar, disponer el envío de la remolacha y fondos para pagarla al precio prefijado de 35 pesetas por tonelada. En la misma fábrica el cajero tuvo orden para hacer los pagos a los que directamente condujeran la remolacha hasta el establecimiento. La gran división de la propiedad rústica obligó a hacer miles de contratos, obteniendo pequeñas  cantidades de remolacha por cada uno de los paisanos con los que se contrataba.

 El 30 de octubre de 1900 se informaba en la “Gaceta de Galicia” que se habían visto muestras en Santiago del primer azúcar elaborado en la Azucarera, de cuya calidad hacían elogios los entendidos.

Antes de la fecha prevista para la puesta en funcionamiento, ya se estaba recolectando la remolacha en los puntos lejanos a la fábrica. Para suministro de la fábrica se cultivó remolacha en diferentes comarcas de las provincias de Lugo, A Coruña y Pontevedra. Por supuesto en las inmediaciones de Portas y Caldas.

 Se cultivó remolacha, con destino a la fábrica de Portas, además de en otros lugares, en Redondela, en A Toxa, en Ferrol, en Tui en la extensa vega del Louro, en A Pobra do Caramiñal, en Santa Uxía de Ribeira. Antonio López de Neira, alcalde de Vigo, cosechó dos vagones de remolacha que dio un rendimiento de azúcar muy satisfactorio, según el análisis que se hizo en la fábrica.

Se informó en los diarios “Estos días están pasando por Santiago muchos carros de remolacha destinados a Portas, para la fabricación del azúcar”, “dicen de Santiago que es grande la abundancia de remolacha que estos días existe en la estación de Cornes, con destino a la fábrica de azúcar de Portas”.

En el semanario caldense “Fray Prudencio” se alentó el cultivo de la remolacha a través de una columna titulada “Paliques n’a veira d’o adro”, editando también un libro con el mismo título. Estaban “los Paliques” escritos en gallego, con naturalidad y gracejo se defendía la conveniencia de la siembra de remolacha, aportándose al efecto datos demostrativos que los labradores debían conocer.

Se explicaban en prensa los beneficios del cultivo de la remolacha frente al maíz. “Los labradores gallegos no han sembrado más que maíz desde tiempo inmemorial, y por esta causa los rendimientos de esa plantación son nulos. Si se dedican con afán al cultivo de la remolacha, hallarán los beneficios que hoy desgraciadamente no tienen”. Se comentaba para animar a los paisanos.

La Azucarera Gallega repartió, gratuitamente, entre los agricultores una cartilla u opúsculo sobre el modo de cultivar la remolacha.

Se les ofrecía a los agricultores la semilla de remolacha, abonos minerales y maíz importado de Gran Bretaña a precio inferior al de mercado para que pudiesen alimentar a sus familias durante el período de transición al nuevo cultivo, pero no fue suficiente ante el miedo de los paisanos a que el nuevo cultivo arruinase sus cosechas. También se pagó, con maíz importado, a los labradores que quisieron cobrar en ese producto, ya en su totalidad o ya en parte, su siembra de remolacha.

Las dos fábricas, la de Portas y la de Padrón, fracasaron rápidamente por dos razones principales. La primera fue la incapacidad para abastecerse de remolacha suficientemente, a pesar de las campañas desarrolladas para convencer a los paisanos de los beneficios que conseguirían sembrándola en las veigas que destinaban al maíz y a las patatas, que eran la base del autoconsumo familiar y de sus ganados. Las dos empresas compitieron entre sí por la captación del suministro de remolacha. También compitieron por el personal, a raíz de que la de Padrón contratara técnicos de la de Portas para sustituir a su primer director y a varios colaboradores.

Para el fracaso de las  dos fábricas indicadas fue todavía más determinante la evolución del mercado español, pues en España se multiplicaron las fábricas. Había a principios del siglo XX más de 40 azucareras, casi una por provincia. La producción superó a la demanda, lo que hizo que bajaran los precios y todo el sector se situó en números rojos.

Por decisión de su junta de accionistas, de 15 de diciembre de 1903, la fábrica de Portas se integró en La Sociedad General Azucarera de España, que se creó para reorganizar el sector, y fue una de las veinte que se cerró al año siguiente, casi simultáneamente con la de Padrón. En el otoño de 1906 se especuló con la posibilidad de que ambas fábricas reanudaran los  trabajos, pero la cuestión quedó en rumor. Su maquinaria se desmontó en el año 1911, y el edificio de Portas se utilizó como almacén de una explotación agraria durante años.

El cierre de las dos Azucareras fue considerada por parte de la opinión pública gallega como una afrenta industrial para Galicia. “Nos llevan las Azucareras”, se dijo, “mientras a una región con cuatro provincias como Galicia se le suprimen todas las fábricas de transformación de la remolacha, en una provincia, como la de Oviedo, se mantienen cuatro fábricas”.

En la primavera y verano del año 1911 se pudieron leer en la prensa noticias como ésta: ”Parece cosa resuelta que se desmonte y se traslade a una fábrica de Aragón la maquinaria de la Azucarera de Portas. Estos días se ocupan en los estudios preliminares para realizar este proyecto un ingeniero y un químico. Se cree que como consecuencia del traslado de las máquinas el edificio será demolido, ya que es tal la trabazón que existe entre aquéllas y éste que al retirar la una, habrá que destruir el otro”.

               El 25.5.1911 “El Eco de Galicia” informó “Hace días se está procediendo a desmontar la maquinaria de la fábrica de azúcar de Portas para trasladarla a La Puebla de Híjar, Bajo Aragón”.

“En esta semana se procederá al derribo, por medio de la dinamita, de la gran chimenea de la Azucarera de Portas. Son muchas las personas que se proponen presenciar la emocionante operación, la que se llevará a cabo con toda clase de precauciones”, anunció el 12.7.1911 “El Correo de Galicia”.

Se quedaron sin espectáculo, afortunadamente, los que tuvieron tal pretensión. No conocemos las causas que impidieron el derribo de las instalaciones, aunque suponemos que sería el coste económico para llevarlo a cabo, lo que ha permitido que se enriquezca el patrimonio industrial y cultural de la comarca, y que las generaciones siguientes conserven la memoria y conozcan una parte de nuestra historia que de otro modo hubiera quedado rápidamente en el olvido.

La Antigua fábrica estuvo en desuso durante muchos años, hasta que el Ayuntamiento de Portas compró las instalaciones para rehabilitarla, conservando una buena parte de la edificación original, y darle un uso socio-cultural y lúdico. En la actualidad en la Azucarera se encuentran un centro de día, una Galescola, Sala de Exposiciones y  Auditorio Municipal, etc. En la chimenea hay un mirador, al cual se puede acceder por la escalera exterior y por un ascensor interior, desde el cual se alcanza a ver varios municipios cercanos.

Publicado en el Diario de Pontevedra el 2 de octubre de 2019

https://www.diariodepontevedra.es/articulo/caldas-deza/amarga-breve-experiencia-fabrica-azucar-portas/201910021811221054617.html